Hay quienes sostienen que de esto “salimos mejores” o quienes esgrimen lo contrario, pero la realidad es que a la hora de solidarizarnos entre sí, ejemplos sobran y de todas las edades y regiones.

Pero a la hora de pensar en construir y generar bienestar de forma colectiva, ¿solo la intención es lo que cuenta? La organización y una buena comunicación pueden llevar a que las mejores intenciones tengan las mejores de las consecuencias.

Solidaridad en tiempos de redes sociales

Afortunadamente, ya sea desde la motivación personal, o desde la viralización de causas nobles, hoy es más fácil lograr donar o aportar a causas necesitadas tan sólo a través de nuestro teléfono.

Por ejemplo, el empresario y arquitecto Ángelo Calcaterra se enteró de un video testimonial del caso de Alfonsina Herrera, una docente que debía viajar a dedo más de 160 kilómetros para dar clases allí en Santiago del Estero, y ese material audiovisual le cambió la vida.

Ya que Calcaterra puso a su disposición recursos económicos necesarios para garantizarle el traslado en micro a esa localidad y así simplemente mejorar algo que ella tenía que padecer tan cotidianamente.

Otro gran caso es el del emblemático influencer Santiago Maratea, quien ha sabido ayudar a una bebé llamada Emma que padece atrofia muscular espinal y para quien logró recaudar dos millones de dólares para su medicación.

Entonces, ya sea que se tomen estos dos casos particulares pero ejemplificadores, o de cualquier persona que se note que hace un bien público desde los recursos que tiene o que busca recaudar, es un gran momento para visibilizar la falta y la necesidad de ayuda.

Todo acto es inspirador, sin importar su escala

Desde una pequeña donación a alguien que sea cercano, hasta quienes pueden también realizar aportes y acciones semanalmente para construir viviendas o mejorar la calidad de vida y servicios de personas, familias o barrios vulnerables, toda acción aporta.

En tiempos en que muchas buenas acciones están atravesadas por las redes sociales, por generar la viralidad o por usar estrategias de marketing para mejorar la propia imagen, hay que poder leer entre líneas, y dejarse inspirar.

Por todo esto, no hay mejor punto de partida que toda ayuda puede cambiar una vida, y que en un contexto tan crítico como este, donde tantas personas sufrieron pérdidas económicas, materiales y también humanas, hoy es el mejor momento para animarse a ser solidarios.

Buscar para encontrar dónde ayudar

Por dar un caso claro que evidencia cómo el contexto es determinante ante ciertos temas y cómo pueden ser parte de la “agenda” solidaria social, se puede hablar de la donación de sangre.

Para fines del año pasado, autoridades de la Asociación Argentina de Hemoterapia, Inmuno hematología y Terapia Celular estimaban que se había reducido hasta un 80 por ciento la donación voluntaria de sangre, y desde la Organización Panamericana de la Salud se alertó siempre de la escasez que sufren muchos países de la región por esta situación.

Esto que mencionamos es un ejemplo para ilustrar cómo algo que puede pasar desapercibido o que no está necesariamente en la agenda mediática y de las redes sociales, puede ser una ayuda que literalmente salve incontables vidas.

Así las cosas, ante los resultados directos y pronunciados que tuvo la pandemia sobre la donación de sangre y médula ósea, ese resulta un “nicho” latente de recibir ayuda voluntaria y no requiere más que cumplir con los requisitos necesarios para poder donar, y listo.

La escucha activa y la empatía, las claves

Para no perdernos entre causas virales o situaciones que se desprendieron de la pandemia, pocas cosas igualan a sentarse y hablar con quien está en necesidad.

Es cada vez más común cruzarse personas en la vía pública o en transportes públicos y contar su historia de vida y la situación que están pasando, y esto evidencia que todos somos potencialmente personas que requiramos ayuda en algún momento, o que podamos ser quienes tendamos la mano.

Si queremos “salir mejores” de esto, se puede empezar por quienes quieren ser oídos y atender realmente qué necesitan, así como lograr involucrarse más en nuestras comunidades y barrios. Esto puede no sólo cambiarle la vida a una persona o familia, sino también movilizar a los demás y para eso no hace falta ser un arquitecto exitoso o una figura pública de las redes sociales.