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Amante de libros como “El Quijote” de Cervantes y la “Señora Dalloway” de Virginia Woolf, también manifiesta su predilección por Borges, José Saer y Cortázar porque, según sus propias palabras, son imprescindibles en la literatura argentina.  Marguerite Yourcenar y Caravaggio, Miguel Ängel y Mick Jagger, son artistas que lo deslumbran. Ferviente amante de la montaña, y de una rica copa de vino Malbec de Mendoza junto a ricas pastas, sueña también con disfrutar cada año de cualquier lugar de Brasil para pasar sus ansiadas vacaciones, y recibir como regalo, algún día, un viaje all inclusive a la India, China o Japón. Es apasionado de canciones brasileñas interpretadas por Maria Bethânia y también manifiesta disfrutar de todo aquello que huela a limón, quizás porque este aroma le trae reminiscencias de su infancia en Rosario, de la casa de su abuela, de cuando iba siendo muy pequeño a visitarla… Luis sueña siempre en silencio desde su amada Plaza Serrano, su lugar en el mundo, en la gran capital porteña…

Luis, ¿qué recuerdos tenés de tus padres y otros seres queridos que te hayan marcado a fuego?

-De mis padres tengo los mejores recuerdos. Me siento un privilegiado al poder decir que los quise mucho y que los admiro profundamente. Mi padre Luciano fue inmigrante de la post Segunda Guerra Mundial y vino a la Argentina para forjarse un futuro por un par de años y se quedó toda su vida. Aprendió el idioma siendo autodidacta y era mi referente intelectual. Un hombre honesto, convencido, de acción. Mi madre también fue una persona de una tenacidad enorme, con condiciones adversas en su historia familiar y que sin embargo, se sobrepuso a todos los problemas. Otra mujer de acción, quizás impulsiva, pero muy persistente.

Naciste en Rosario ¿cuál fue el barrio de tu infancia y qué recuerdos tenés de aquella época?

-Soy rosarino de pura cepa, es verdad. De padre italiano, emigrado en el ’48, como recién les comenté y de madre rosarina, pero muy italiana. Nací medianera de por medio del Club El Tala. Cochabamba entre 1º de mayo y 25 de diciembre; una infancia en un departamento de pasillo ancho, hermoso, feliz... Tengo los mejores recuerdos de aquella época, porque tuve amigos de mi cuadra con los que jugábamos en la vereda y compartíamos la pileta del club. A la vuelta de casa, estaba la maestra de piano. Del otro lado, la dentista, y en la esquina, el almacén. En la otra esquina, la mercería y enfrente el médico. Un barrio en serio. Tengo el mejor recuerdo de mi niñez y adolescencia. Fui feliz. Y, sí, recuerdo mucho la pileta del Club El Tala, quizás porque amo la natación como deporte.

¿Cómo es un día tuyo en la cotidianidad en la capital porteña? Imagino que deben ser jornadas con mucha adrenalina, porque te vemos en muchos medios desplegando tu oficio…

-Sí, es verdad, mis días tienen una dinámica bastante exigente. Me levanto a las 4:00 de la mañana, para ser exactos a las 4.01 porque no me gustan los números pares, para empezar a leer los portales y los diarios online preparando el programa de radio. De 6:00 a 9:00 hago radio la red, en realidad hasta las 9:30 porque hacemos un pase largo con Eduardo Feinmann. Después trato de hacer algo de actividad física hasta el mediodía en el que suelo tener alguna reunión. Dos veces por semana grabo notas para Infobae y a las 10:09 de lunes a jueves, grabo el programa de entrevistas en el Canal 24.

Sos abogado y periodista rosarino y has trabajado varios años en Canal 3 y Radio 2 de esta ciudad tan hermosa surcada por el río Paraná, ¿por qué tomaste la decisión de buscar un rumbo diferente yendo a Buenos Aires a desarrollar tu profesión?

-En realidad, no fue una decisión que surgió de mí. El irme a Buenos Aires fue una sucesión de oportunidades fruto de propuestas ajenas. Es cierto que a lo largo de mi vida muchas veces fantasié con esto, pero la oportunidad vino de otro lugar. Hace unos cuántos años, Mariano Grondona me invitó a hacer un informe en “Hora Clave” por un episodio de nuestra provincia. Le gustó mi trabajo y me ofreció venir al domingo siguiente, así me quedé tres temporadas. En ese programa me vio Daniel Hadad, que me ofreció hacer los domingos de 10 a 12 en Radio 10. Al año siguiente, me propuso venirme de lunes a viernes para hacer el regreso de la radio y las mañanas de C5N. Ahí pensé que era una gran oportunidad, no podía desaprovecharla. Al menos probar y ver qué pasaba. De allí en más mi vida profesional en América Televisión, Radio La Red y el Diario digital Infobae, me mantienen en continuo movimiento.

¿Te fue difícil adaptarte a los nuevos ritmos de la televisión y la radio?

-Sí y no. En Rosario estaba acostumbrado a trabajar mucho. En ese sentido no hay cambios. Sí es difícil acostumbrarse a la adrenalina de los medios porteños, con cambios todos los días, con un nivel de competencia muy fuerte, con el rating minuto a minuto encima de la cabeza y con el vértigo de una ciudad de diez millones de habitantes.

A nivel afectivo y profesional, ¿has visto diferencias entre nuestra gente en Rosario y en la Capital?

-En el trabajo es muy difícil hacer amigos en Buenos Aires. El vértigo del trabajo del que te hablaba lo impide, sin contar que es una ciudad maravillosa pero hostil en la vida cotidiana. No puedo hacer muchas comparaciones porque en Rosario trabajé veinte años y aquí no llego a ocho. La carencia de medios nos hace más versátiles y sabemos hacer de todo. También es cierto que aquí en la Capital se trabaja más. Nadie que termina un turno de trabajo se olvida de su laburo. Si lo hacés, te pasan por arriba. La calidad del trabajo periodístico de Rosario es muy buena. En algunos casos, superior a la capital porteña. Buenos Aires es una ciudad maravillosa, la oferta de cosas por hacer o de conocer es inmensa, es difícil habituarse a una ciudad tan grande y como toda mega polis es una ciudad con claros y oscuros, te lleva por delante. Extraño de Rosario la lógica de sus dimensiones y el hecho de conocer sus rincones por completo y de tener allí, tantos amigos entrañables.

¿Cómo ves a nuestro país, Luis? ¿Cómo es el país que merecemos y te imaginás en un futuro? ¿A qué país te gustaría parecernos?

- Hoy en Argentina hemos naturalizado que el 30% de la pobreza es admisible, que el 50% de los menores de diecisiete años es pobre, y la mayoría de los jóvenes menores de treinta años creen que el mérito y la educación, no es el modo para progresar en la República Argentina. Además un país con una inflación galopante… nos ha pasado que hemos tenido pésimos gobiernos sin ningún ambición que no sea perpetuarse en el poder. Los que tenemos algo más de cincuenta años, vemos que otra vez se perdió una oportunidad. Y no nos quedan demasiadas. No nos merecemos este país en el que convivimos con tanta cercanía con la pobreza. ¿Qué país me imagino en un futuro? Algo más parecido a nuestros vecinos como Uruguay, Chile, el mismo Paraguay y Bolivia en donde han resuelto la pobreza más extrema. ¿Me preguntas a qué país me gustaría parecernos? Es, sin dudas, a los escandinavos. Allí, las necesidades básicas están ampliamente satisfechas y el horizonte del progreso es común para todos. La ostentación económica, las diferencias de clase, no existen, es una sociedad plena, diversa, de derechos para todos.

¿Cómo estamos conceptuados en el exterior?

-En general me parece que los argentinos estamos habituados a hacernos esta pregunta, sin embargo la Argentina no forma parte de las decisiones internacionales centrales y la gente en el mundo no anda preguntándose qué pasa con la Argentina. Respecto a la coyuntura, veo otra vez un clásico de salir de uno de estos ciclos, de estos altibajos, después de diez o doce años de una gestión política donde otra vez hay que decir que la alternancia no se cumplió y, por lo tanto, las consecuencias están a la vista. Creo que vivimos un momento  muy difícil en lo económico y social, con niveles de pobreza y de exclusión muy altos, por lo cual es una situación muy difícil.

¿Cuáles son esos errores reiterados que hacen a nuestra identidad?

- Uno de los errores es el no respeto a las instituciones, definitivamente. En los últimos cien años tuvimos casi la misma cantidad de periodos de gobiernos militares que de gobiernos en Estado de derecho. Y algo que decía antes: el tema de las alternancias, el no respeto a las alternancias. Alberdi era muy sabio cuando decía que seis años en el poder y luego, por lo menos, un periodo entre medio. No lo respetamos, sobre todo desde el ’83 a esta parte, diez años de menemismo, doce años de kirchnerismo… El anquilosamiento en el poder es muy severo. Pienso que volver a respetar la ley, las instituciones. La ley, como decía Carmen Argibay, en nuestro país parece un estorbo antes que una solución. Yo creo que sería bueno que volviéramos a respetarla.

Si fueras el Presidente de la Nación, ¿qué medidas tomarías?

-Voy a caer en el lugar común de decir que lo primero que haría es renunciar. No tengo ni vocación política ni talento ejecutivo para hacerlo. Para contestar a tu pregunta, te diría: “A los cuatro años me voy a mi casa” y volvería a trabajar de lo que trabajo, para volver a donde tiene que volver una persona: que es a la realidad. El poder te quita realidad.

¿Qué sentís cuando notás que nuestra juventud quiere irse a vivir a países pacíficos?

-Es totalmente entendible. A nadie se le puede pedir que hipoteque su vida a la espera de un cambio que no aparece en el horizonte. Alguna vez yo también lo intenté en los años 90, por lo cual entiendo perfectamente a los jóvenes de hoy.

¿Por qué el poder judicial no realiza la reforma definitiva y nos protege definitivamente como ciudadanos?

- Porque como todo poder que tiene una mirada corporativa le cuesta dejar los privilegios. Las generalizaciones son injustas pero creo que el poder judicial es el último resabio de la monarquía tal cual funciona en la Argentina.

 

¿No se pueden reformar las leyes para combatir en serio la violencia y la impunidad?

-Hay que cumplir la ley vigente. Las cárceles sirven simplemente para sancionar a los que han delinquido. De lo que se trata es de buscar cómo prevenir y evitar el delito. Por ahí no es el camino de las cárceles, sino del cumplimiento de la ley y de la convicción social de que el que la transgrede, va a recibir una sanción.

¿Cuál es la pregunta que nunca te hicieron y que desearías responder?

- Suelo preguntar el final de mis entrevistas qué pasa cuando nos morimos o cuál es el sentido de la vida. Creo que son las preguntas que más me interesan a la hora de conocer a un entrevistado. Desconfío del ser humano que dice que nunca se lo cuestionó. Si me lo preguntasen, diría que después de la muerte, estoy convencido que no hay nada más. Eso, como decía Jean Paul Sartre, es una enorme dirección hacia el optimismo para hacer aquí y ahora, lo que nuestro deseo nos pide. No me canso de decir que el deseo es el mejor arquitecto de la vida. Pero no el deseo banal de pensar en ganar la lotería. Sino el deseo profundo de atrapar el camino que nos hace felices.

¿Qué es la felicidad y cuáles son, a tu criterio, los valores de una persona en plenitud?

- La felicidad, creo, es un conjunto de instantes a los que hay que aferrarse, en el que uno se siente en total armonía y plenitud con los que ama. Porque creo que la felicidad no es individual, es colectiva, es coral, es de un grupo. La felicidad es tener la transitoria sensación de haberlo conseguido, hasta que en el próximo instante, te la arrebatan y uno sigue persiguiéndola hasta que vuelve a aparecer.

¿Cuáles son las virtudes que destacás en vos y cuáles los defectos?

-Sin dudas entre los defectos hay que mencionar la ansiedad, un cierto grado de egocentrismo y soberbia y alguna carencia en la autoestima. La virtud que más me reconozco, y de la que estoy orgulloso, es la tenacidad. No he sido dotado con ningún don extraordinario. Sí, el de la tenacidad. Y no es poco.

Me gusta hablar de sueños, ¿cuáles son los tuyos, los posibles y los imposibles?

-El sueño imposible es el de corregir lo que hice mal cuando era más joven. ¡Tantas cosas que uno hoy haría mejor! Me sorprende la gente que dice que repetiría exactamente su vida, tengo tanto para corregir, por ejemplo ser más desarraigado con las cosas, con los lugares y también con ciertas personas. El sueño posible es seguir haciendo lo que me gusta y escribir más, que es posiblemente, una deuda pendiente.

¿Cuál ha sido la nota más difícil que has tenido que transmitir y cuál la más bella?

-Es muy difícil elegir. Hay que tener en cuenta que hago en promedio de cinco notas diarias veinticinco a la semana, cien al mes, mil doscientas al año. Las notas que más feliz me hacen son aquellas que te permiten tener una conexión con el entrevistado. A veces uno llega sin ninguna ganas de entrevistar y descubre de pronto que el entrevistado tiene algo interesante para contar y esa es mi función, poner  la oreja y aprender, además de descubrir y compartir.

 ¿A qué periodistas admirás y por qué?

-A muchos. Primero admiro a mis amigos periodistas a los que conozco mucho y de los que he aprendido un montón. Periodistas de Rosario como Sonia Tessa, Toti Colombo, periodistas como Damián Schwarzstein. Son inteligentes, formados, rigurosos, y después uno va mirando algunas cualidades de otros también. Me sigue pasando acá en Buenos Aires que sigo admirando a gente que hoy es mi amiga, como la directora de Infobae que es Valeria Cavallo, una profesional íntegra, talentosa y además todo el cuerpo de editores de Infobae es estupendo. A mis compañeros de trabajo de radio La Red, los respeto profundamente, especialmente a mis compañeros del día a día. Los de América televisión son un equipo con el que aprendés a la fuerza. Miro también con mucha atención a mis colegas: María O´ Donnel, Ernesto Tenembaum, y tantos otros que me inspiran para seguir trabajando. Admiro cualidades en algunos, y otras en otros, uno va armando un Frankenstein de los diversos estilos. Sigo creyendo que Magdalena nos enseñó a preguntar en la radio y a repreguntar. Admiro la creatividad de Marcelo Zlotogwiazda, me parece siempre interesante el modo de entrevistar de Reynaldo Sietecase, leo siempre con atención a gente como Alconada Mon, a Jorge Fernandez Díaz, a Mario Wainfiled… En síntesis son muchos a los que uno va admirando…

A nivel personal, ¿qué te alegra y qué te amarga?

-Me alegra la felicidad de los que amo, de los míos. Eso es lo que más alegría me da. Los otros días leía un libro maravilloso de un filósofo y de un historiador brasilero que decía que la felicidad se define por lo que falta, por lo que todavía no se alcanza. De ahí la dificultad de decir qué te hace feliz. Después disfruto cosas simplísimas, como un objetivo que se consigue, el compartir con amigos, una buena obra de teatro, un lindo libro, esas cosas simples… me amarga el desprecio por la inteligencia, la banalidad, me amarga el sufrimiento de quien no lo merece. Me escucho y me doy cuenta de lo inaprehensible de encontrar una definición exacta…

¿Cuál sería tu entrevista soñada?

-A mí me parece que las entrevistas más esperadas son las que finalmente más defraudan. Puedo decirte que me gustaría entrevistar a Hillary Clinton o al Papa, pero después me parece que se transforma en una entrevista que no va a generar muchísimas cosas. Terminé de leer un libro de Oriana Fallaci donde ella recrea varias entrevistas con Kadafi, con el rey de Jordania, con personajes que tienen que ver con Medio Oriente. Sin embargo para mí, las entrevistas más sabrosas siguen siendo los reportajes, no a las grandes personalidades, sino a aquellos que son los que viven cotidianamente un hecho y son los mejores testigos.

¿Cuáles son tus sueños futuros a nivel personal?

-No levantarme más a las cuatro de la mañana. Me encanta hacer la primera mañana de la radio pero es muy cansador. Me agradaría viajar mucho más, seguir viviendo de lo que hago, que no es poca cosa y seguir siendo tan feliz como lo soy ahora.

¿Qué lugar le das a la amistad en tu vida? Alguna vez escuché un hermoso concepto tuyo: que la amistad es la felicidad palpable…

-Y vuelvo a repetirlo, así, la amistad en mi vida tiene un lugar central, es lo que más me ha salvado y lo que me hace sentir que tiene algún sentido la vida misma; mis amigos son la familia por elección, es una felicidad absolutamente palpable.

Tu último gran desafío es el programa de entrevistas y el exitoso “Debo Decir” de los días domingos en América televisión…

-Sí, el programa “Debo Decir” surgió como una idea personal de Daniel Vila, no fue creación mía. Un día me llamó a su oficina y me contó que pensaba en un programa con seis invitados bien distintos en los que se los pudiera conocer a cada uno desde el lado no tradicional. Un político hablando de su vida personal, un artista de la realidad económica y así. Me dijo: “hay que pensar en un ámbito en donde el conductor se anime a bajarse del rol de siempre, de preguntar simplemente y crear un clima de distensión para charlar de todo. Yo le dije "¿quién lo va a hacer?" y él me respondió: "vos". Primero pensé que me tomaba el pelo. Después Liliana Parodi, la gerente de contenidos, le dio forma e hizo nacer a la criatura que hoy es “Debo Decir”. Y debo confesar que me siento muy pleno y cómodo en este rol, como así también en el programa exclusivo de entrevistas a una sola personalidad.

¿Cuándo nace tu deseo de ser padre? ¿Cómo te imaginas en esta función tan especial?

-Mi deseo de ser padre nació hace muchísimo tiempo. Uno siempre fantasea con esa posibilidad, la vida me llevó a postergar este deseo y no hace tanto, por razones muy personales, reapareció. Pensé que se había clausurado en mí esa posibilidad, y me di cuenta que todavía está ahí muy latente.

De no haber sido Luis Novaresio, ¿a quién te imaginás representando en esta vida?

 - Tantas pero tantas personas que no sabría por dónde empezar. Me parece un acto de soberbia o de ignorancia decirte que repetiría mi propia vida exactamente igual, porque no es así. De volver a ser yo, me dejaría llevar más por el impulso dionisíaco que por el mandato apolíneo y de poder elegir otra existencia, sin dudas me inclinaría por algún artista, porque los artistas, desde Miguel Ángel hasta Mick Jagger, representan la máxima expresión del deseo. Y ya te dije, para mí, el deseo es el principal arquitecto de la vida.