Los puentes permiten superar obstáculos para favorecer la comunicación y los desplazamientos. Pueden tratarse de construcciones muy simples o de grandes obras de ingeniería, pero siempre con el objetivo de unir a las personas. Muchas de estas estructuras, ya sea por su diseño, ornamentación, entorno o relevancia histórica, se han convertido en atractivos turísticos que atraen a miles de visitantes y protagonizan incontables postales.
Existen ciudades cuya identidad es indisoluble de sus bellos puentes. Como la
romántica Venecia, surcada por más de un centenar de canales donde las góndolas
navegan desde hace siglos. En esta localidad del noreste italiano se destacan sobre
todo los cuatro puentes que invitan a cruzar el Gran Canal.
El Puente de Rialto es el más conocido. Se trata de la evolución de un puente flotante
instalado en el siglo XII para brindar acceso al mercado local. Dicha tarima luego fue
reemplazada por una de madera, que a su vez fue la inspiración del diseñador del
puente actual: Antonio da Ponte, un ingeniero y arquitecto del siglo XVI que se
encargó de idear la obra de piedra inaugurada en 1591.
El Puente de la Academia y el Puente de los Descalzos también pasan sobre el Gran
Canal, al igual que uno mucho más moderno: el Puente de la Constitución, una
creación del español Santiago Calatrava que puede cruzarse caminando desde 2008.
La película: “Los Puentes de Madison”
Es interesante subrayar que la relación entre los puentes y el cine es muy estrecha.
Entre los mejores ejemplos de ese aceitado vínculo aparece “Los puentes de Madison”,
la película protagonizada por Clint Eastwood y Meryl Streep que se basa en la novela
homónima.
Este filme cuenta la historia de un fotógrafo que viaja al condado de Madison para
hacer un reportaje centrado en sus pintorescos puentes cubiertos. Allí conoce a una
mujer casada con quien inicia un romance. Gracias a la cinta estrenada en 1995, miles
de viajeros se dirigen a Iowa para conocer el Puente Cubierto Roseman y otros que
maravillaron en la pantalla grande.
El afán de progreso
Los hay de madera, piedra, hierro, hormigón y otros materiales. Pueden estar
sostenidos por vigas, ser colgantes o contar con forma de arco, por mencionar algunas
configuraciones. Algunos solo deben ser cruzados a pie, mientras que otros están
abiertos al paso de automóviles y hasta trenes. En el fantástico universo de los
puentes, la diversidad es muy amplia. Una hilera de rocas en un arroyo o un tronco
atravesado en un río posiblemente hayan sido los primeros puentes que aprovechó el
ser humano. El afán de progreso impulsó el desarrollo técnico y tecnológico que entre
otras cuestiones, dio lugar a la creación de plataformas mucho más complejas con el
paso del tiempo. Los historiadores sostienen que los romanos fueron precursores en la
construcción sistematizada de puentes. La durabilidad de las pasarelas erigidas por
esta civilización es notoria: el puente de Orense en España y el puente Fabricio en
Italia, por ejemplo, encuentran sus orígenes en aquellos tiempos remotos.
Siempre tendremos París
El río Sena recorre trece kilómetros al discurrir por París. Para dirigirse de una margen
a la otra, los parisinos y los afortunados viajeros que llegan hasta la capital gala
disponen en la actualidad de treinta y siete puentes y pasarelas. Paradójicamente, el
Puente Nuevo es el de mayor antigüedad entre todos ellos. Su construcción finalizó en
1607, siendo el primero de piedra en la ciudad. En 1900, como parte de la puesta en
marcha de la Exposición Universal, se erigió el Puente Alejandro III, muy recorrido
gracias a las vistas panorámicas que ofrece de la Torre Eiffel y del Grand y el Petit
Palais.
Otro puente emblemático de París es el de las Artes, que atravesó varias etapas
históricas. Julio Cortázar imaginó que en él se encontraban la Maga y Oliveira, los
inolvidables personajes centrales de “Rayuela”. Una pintura de Auguste Renoir
también retrata este puente, que además aparece en películas como “Amelie” y “El
diablo viste a la moda”, entre muchas otras.
Sobre el Támesis
Varias de las imágenes más icónicas de Londres muestran sus puentes. Como el Puente
de la Torre, que debe su nombre a la cercanía de la Torre de Londres. Fue erigido en
1894, siendo inaugurado por el entonces príncipe de Gales que luego se convertiría en
el rey Eduardo VII. El Puente de la Torre alberga en su interior una exposición sobre su
rica historia. Muestras interactivas, fotografías y videos se combinan en la propuesta.
Más allá de estos interesantes registros, este puente invita a mirar hacia abajo: cuenta
con piso de cristal para que puedan observarse los peatones, los automóviles y las
embarcaciones que circulan debajo de él. El Puente de Westminster también permite
desplazarse por encima del río Támesis, uniendo el Palacio de Westminster con la
London Eye. Sobresale por su decoración gótica y sus siete arcos. Su color verde, en
tanto, homenajea a los asientos de la Cámara de los Comunes, situada en el sector del
palacio más próximo al puente.
El Puente de Londres, en tanto, enlaza la Catedral de Southwark con el Monumento al
Gran incendio. Lamentablemente, en los últimos años ha sido elegido por terroristas
como escenario de ataques que tuvieron víctimas fatales.
Un símbolo de Nueva York
En 1883 Nueva York inauguró el puente colgante más extenso del mundo hasta ese
momento: el Puente de Brooklyn, con una longitud de 1825 metros. Reconocible de
manera instantánea gracias a sus cables de acero, ostenta una estructura abierta que
le ayuda a soportar el viento. Este camino que conecta Brooklyn y Manhattan tiene un
pasado trágico: nada menos que veintisiete obreros murieron en su construcción que
se prolongó por trece largos años. Hoy es un clásico que recorren cada día una enorme
cantidad de peatones, ciclistas y automovilistas.
Cabe destacar que otro puente colgante estadounidense rivaliza en popularidad con
este tesoro neoyorquino: el Golden Gate, situado en California. Con una extensión de
casi tres km, su silueta aparece en la camiseta de los Golden State Warriors, uno de los
equipos más conocidos de la NBA.