Pocos lugares nos han impactado tanto como Estambul, será porque no nos esperábamos semejante ciudad llena de contrastes. Ella es una joya que porta un linaje muy significativo, por su ubicación estratégica, fue capital de Imperios como el Romano, el Bizantino, el Latino y por último del Imperio Otomano.
A Estambul, la llamaron originalmente Bizancio cuando la fundan los griegos en el año 660 a.C. También la poblaron los persas, los espartanos, los atenienses y los macedonios de Alejandro Magno. Constantino la refunda como“Κωνσταντινούπολη” (Constantinópolis: la ciudad de Constantinos) nombrándola capital del Imperio Romano en el año 330. Recién en el año 1453 los turcos la conquistan y se convierte al islamismo, fue durante ese período que los sultanes convierten las iglesias ortodoxas en mezquitas o las fundan desde el punto cero.
Partiendo de la base que es la única ciudad del mundo que está en dos continentes, Europa y Asia, esto la convierte en una rareza digna de mencionar. El Bósforo es el estrecho que divide la ciudad en dos y a su vez une el mar Negro con el mar Mármara. Hoy en día la ciudad cuenta con dos puentes, de algo más de un kilómetro cada uno, que la unen con Asia, además del túnel ferroviario Marmaray, que cruza el estrecho como parte del metro y que tiene un tramo que une la orilla occidental con la oriental.
Estambul nos regala cientos de lugares para conocer, pero los imperdibles podrían resumirse en esos edificios que rara vez encontraremos en otro rincón del planeta:
La Mezquita de Süleymaniye, la más grande de la ciudad y quizás la postal más conocida de Estambul al mundo, ubicada sobre una de las tres colinas, impresiona con su elevada cúpula de color plomizo que simboliza su homenaje a las alturas. Desde su construcción ha sido ejemplo para otras mezquitas. La Mezquita del sultán Ahmet, más conocida como Mezquita Azul, (su ingreso es gratuito), hay que sacarse los zapatos y las mujeres también debemos cubrirnos la cabeza, usar falda larga y no llevar escotes.
Rodeada de bellos jardines, donde queda uno extasiado al entrar y ver la hermosa armonía de su interior, en ella sobresalen los mosaicos azules de Iznik. Dicen los expertos que se utilizaron más de 20.000 mosaicos hechos a mano, que diseñan cincuenta diferentes tipos de tulipanes. Una sofisticación única que nos deja enamorados de esta mezquita a primera vista. Justo en frente está la maravillosa iglesia Santa Sofía o “Hagia Sophia” como la llamaron los griegos, convertida en museo desde 1935 (debemos pagar el ingreso). Esta basílica fue reconstruida en el año 537 por el emperador Justiniano y es ejemplo del arte Bizantino, pero ha sido lugar sagrado desde la época en que Constantino reinaba sobre estas tierras. Por las cercanías encontramos el Palacio Topkapi y los jardines del Parque Gülhane.
Cuando la visite, no deje de lado la Cisterna Yerebatan: al bajar los cincuenta y dos escalones para acceder a la cámara subterránea quedamos envueltos en una penumbra sobrecogedora, son 336 las columnas de mármol que sostienen el techo de este castillo sumergido, dos de ellas tienen de base unas inmensas cabezas de Medusa, puestas boca abajo, dice la tradición, que es para evitar la mirada mortífera que nos convertiría en piedra.
Y no olvidarse de los Bazares, hay dos que valen la pena, el de las Especias y el Gran Bazar, son para perderse y dejarse llevar por los aromas, los colores, las texturas, las sonrisas compradoras de los vendedores, mucha baratija y souvenirs, pero también se encuentran artículos de calidad y buen gusto, trabajan muy bien el cuero.
Los pasillos o calles son todos similares, y para nosotros, curiosos exploradores que caminamos sin prestar atención, es muy fácil perderse. ¿El secreto?, cada puerta del mercado tiene un número, esa es la llave para encontrar la salida o el punto de encuentro con el resto del grupo.
Una manera interesante de recorrer la ciudad es tomarse un barquito y navegar por el Bósforo, las embarcaciones zarpan desde la Estación de ferry de Eminönü (Turyol), bajo el puente de Gálata y una travesía de más de una hora nos mostrará la costa europea con la ciudad vieja frente a la costa asiática más moderna y rica que la primera: casas residenciales y palacios como el Beylerbeyi o el Dolmabahce, una suntuosa construcción barroca que fue residencia de sultanes por su opulencia y por su posición estratégica sobre el estrecho.
A la entrada del Puente de Gálata encontramos pescaderías y restaurantes flotantes, el solo hecho de escuchar a los pescadores ofrecer la pesca del día es un atractivo, enmarcados en un paisaje donde las gaviotas revolotean sobre nuestras cabezas, los barcos van y vienen entre la bruma y el resplandor del sol y los minaretes de las mezquitas se levantan en la otra orilla.
Otro programa es caminar por los alrededores de la Plaza Taksim, bajar por la peatonal Istiklal hasta la Torre de Gálata y subir hasta el mirador - posee dos ascensores - donde se tiene una de las mejores vistas de Estambul y del Cuerno de Oro. Para hacerla completa y a lo grande pueden tomar el tranvía histórico entre Taksim y Tünel (1,6 km) y allí subirse al funicular en el Puente de Gálata que llega cerquita de la torre.
Pero de las ciudades no solo nos quedan recuerdos de monumentos, edificios, parques y gentes, sino también su gastronomía. Y aquí, en la capital turca, los golosos tiene su meca, los famosos Baklaba a base de masa de hojaldre finísimo con manteca, doblado en capas y rellenos con pistachos, nueces o crema, y regados con almíbar, el Muhallabi un pudín liviano de leche de diferentes sabores, el Komposto, una compota de frutas turcas, el Burma un pastel de canela, el Ekme kadayifi, rodajas de pan bañadas en almíbar y el Revani, un pastel de sémola. Son algunas de las joyas pasteleras que podemos degustar en “Ali Muhiddin Haci Bekir” (fundada en 1.777) sobre la peatonal Istikial o en “Hafiz Mustafa” (fundada en 1.864) por el barrio de Sultanahmet. Ambas son un festival para el paladar. En cuanto a los cafés, ya sean turcos o europeos, son buenos, y se sirven de una manera especial, pero para los occidentales vale destacar que en ellos no se sirven bebidas alcohólicas, y en los restaurantes que están cerca de alguna mezquita tampoco. Les recomiendo preguntar antes de ordenar.
Estambul es una ciudad cosmopolita, de más de quince millones de almas que la construyen y crean constantemente. Si se anima y se suelta a conquistarla, podrá ver algunos otros lugares que no son tan turísticos, pero no por eso, menos interesantes. El barrio de Uskudar, está del otro lado del Bósforo, sobre la orilla asiática. Es un buen punto de la ciudad para disfrutar una intensa puesta de sol. Si buscan rincones cargados de historia y les gusta caminar, piérdase por la zona oeste del Barrio de Faith: sus murrallas – que guardan la historia más cruel de la ciudad- nos llevan a la Mezquita de Eyup, y su teleférico a la Colina de Oro. Si es posible termine en el café Pîerre Loti, ubicado sobre una colina, con una vista hermosa de Estambul.
Volvamos a los barrios, el de Sultanahmet, si se alojan como la mayoría de los argentinos cerca de Plaza Taksim; para llegar a este barrio, lo más barato y rápido, es tomarse un funicular de una sola estación hasta Kabatas y allí mismo el tren hasta la estación Sultanahmet, es una travesía de quince o veinte minutos de viaje. Atención! Antes de empezar la travesía tenemos que comprar “jetones” que son los cospeles turcos, en las máquinas expendedoras. Este es barrio más antiguo, y quizás a estas alturas, ya lo conozca porque en él se encuentra los sitios más visitados de la ciudad.
Beşiktaş es uno de los barrios más importantes de Estambul. Está situado en la parte europea, cerca de la plaza de Taksim, sus calles, siempre concurridas, están llenas de bares, cafeterías y tiendas. Aquí también se encuentra el palacio de Dolmabahçe, el palacio de Çırağan y el Museo Naval. Ortaköy: Este pequeño barrio situado junto al centro de Beşiktaş, para mí es uno de los barrios con más encanto de la ciudad. Kadıköy: Se encuentra en la parte asiática de la ciudad y es uno de los lugares más antiguos ya que los primeros asentamientos registrados en esta zona son incluso anteriores a los de Bizancio.
Así, la ciudad que se levanta entre dos continentes, nos deja imágenes únicas en nuestra memoria. Bizancio, Constantinopla o simplemente Estambul, es un destino con mil caras. Para algunos una ciudad que nos abre las puertas de Oriente, para otros, una ciudad a la que uno vuelve cada vez que la vida nos regala una oportunidad.