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El 22 de junio de 1949 en Summit, una ciudad del estado de Nueva Jersey, nació la primera hija de la artista Mary Wolf Wilkinson y el ejecutivo de la industria farmacéutica Harry William Streep. La niña fue bautizada como Mary Louise Streep, aunque todos la conocerían como Meryl. Por entonces nadie imaginaba que Meryl iba a convertirse en una de las principales figuras de Hollywood y en una de las mujeres más influyentes del mundo, sin embargo su madre tenía claro que iba a esforzarse para que su heredera pudiera crecer como una persona independiente y que creyera en sus talentos. Muy pronto su anhelo se cumplió: en distintas entrevistas la actriz resaltó que su mamá fue la primera persona que confió en ella y quien la impulsó a perseguir sus sueños.

Sus primeros pasos en la actuación los dio en obras escolares. De a poco, esta rama del arte la atrapó más y más. Ya en la universidad, varios de sus profesores notaron su profunda habilidad para imitar acentos y su capacidad innata para memorizar los guiones en muy poco tiempo. Graduada en 1975 en la Yale School of Drama, ese mismo año debutó profesionalmente en una obra producida por The Public Theater. Decidida a triunfar, se instaló en Nueva York para potenciar su incipiente carrera, a la cual el éxito nunca le fue esquivo. De hecho, cuando apenas rondaba los treinta años de edad, Meryl ya había ganado un Oscar, un Globo de Oro y un Emmy. Y por supuesto, ya había acaparado todas las miradas de los más afamados directores de Broadway y Hollywood.

 La reina del cine

Meryl Streep apareció por primera vez en la pantalla grande en “Julia”, una película que se estrenó en 1977. Tuvo un papel pequeño, pero pudo compartir escenas con Vanessa Redgrave y Jane Fonda. Al año siguiente actuó en “El francotirador” junto a su pareja en la vida, John Cazale, y consiguió su primera nominación al Oscar como Mejor Actriz de Reparto.

Manteniendo un ritmo de trabajo envidiable, en 1979 se puso bajo las órdenes de Woody Allen en “Manhattan”, participó en “Escalera al poder” y formó parte del reparto de “Kramer vs Kramer”. Este último filme, en cuyo rodaje mantuvo una complicada relación laboral con Dustin Hoffman, le valió su primer Oscar.

En los ’80 le llegó el estrellato, consolidándose como figura. Entre 1981 y 1988 fue candidata seis veces al Oscar, ganando el primero por “La decisión de Sophie” y también brilló estelarmente en la inolvidable “África mía” y “Silkwood”.

A partir de entonces, Streep continuó mostrando su aptitud en múltiples géneros y aceptando los papeles más diversos. “La muerte le sienta bien”, “Río salvaje”, “La casa de los espíritus” y “Los puentes de Madison” están entre sus filmes más populares de los ’90, mientras que ya en el siglo XXI se destacó en “Inteligencia artificial”, “Las horas”, “El diablo viste a la moda”, (quizás su realización más popular), “Enamorándome de mi ex”, “Leones por corderos”, “Mamma Mia!”, “La duda”, “Julie & Julia”, “La dama de hierro” y “Florence Foster Jenkins”. Aunque la esencia de la actuación es ponerse en la piel de distintos personajes, Meryl Streep lleva esa característica al extremo. Pocos artistas han mostrado la ductilidad de esta actriz para encarar a criaturas tan diferentes, siempre de manera creíble y convincente.

Fue una sobreviviente de Auschwitz, una artista plástica, una adicta en recuperación, una violinista, una periodista, una editora bisexual, una senadora, una psicóloga y una monja, por ejemplo. También interpretó a personas reales como la sindicalista Karen Silkwood, la escritora Karen Blixen, la chef Julia Child, la primera ministra británica Margaret Thatcher y la soprano Florence Foster Jenkins. En todos los casos superó el desafío con creces.

 Su maquillador y peluquero Helland

Meryl aseguró en una nota a Entertainment Weekly que el secreto de su éxito es una ética de trabajo en común con su otro socio, el maquillador y peluquero de toda su carrera. “Compartimos la sensibilidad sobre la creación de personajes, eso es algo que nos interesa mucho”, señaló. “La forma en que concebimos a una persona, es una forma holística de encarnar a un ser humano”, concluyó. Por su parte, el diario La Nación expresó que cuando se le pidió que describiera su asociación simbiótica, Helland, su maquillador, explicó: “Tengo la técnica para crear lo que ella sueña”. O como dice Streep: “Él hace lo que yo digo muy amorosamente”. Y agregó sobre el estrecho vínculo con Helland: “Creo que es una relación única en nuestro negocio, más que nada por la longevidad que ya lleva. Estoy muy orgullosa de él desde siempre”. En este sentido, Helland cree que su lealtad se remonta a una época pasada del cine. “Marilyn Monroe tuvo una única persona que la maquilló en toda su carrera, esta relación con Meryl es igual”, manifestó en referencia al inolvidable Allan ‘Whitey’ Snyder, el maquillador de la emblemática Marilyn Monroe.

Más allá de la pantalla grande, su enigmática voz en audiolibros infantiles

Meryl Streep ha hecho mérito suficiente para ser considerada un ícono del cine. Pero su talento no se limita al séptimo arte, desde muy joven, esta brillante artista norteamericana también se desenvolvió con solvencia en el teatro y en la televisión. En el ’76, su trabajo en la obra “27 vagones de algodón” le permitió estar entre las candidatas a ganar un premio Tony. Aunque no obtuvo el galardón, ayudó a posicionar su nombre en la escena de Broadway. Dos años después, su protagonismo en la miniserie de TV “Holocausto” no pasó desapercibido y le valió un Emmy. Aunque se volcó a la pantalla grande, Meryl siguió incursionando en el teatro y en la televisión de manera esporádica. En 2002, compartió escenario con Philip Seymour Hoffman, Natalie Portman y Kevin Kline en “La gaviota”. Junto a Kline también actuó en “Madre Coraje y sus hijos”, una producción que pudo disfrutarse en el Teatro Delacorte del Central Park. En TV, se sumó a Emma Thompson, Al Pacino, Patrick Wilson y Mary-Louise Parker en la miniserie “Angels in America”. ¿El resultado? Otro Emmy y otro Globo de Oro.

 

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