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Nada mejor que recordar los buenos tiempos cuando con cámara en mano y muchas ganas de pasarlo bien, recorrimos algunos de los cafés más emblemáticos de París. La bohemia parisina nos envolvió de inmediato cuando hacíamos una pausa entre excursiones disfrutando en un café que supo ser frecuentado por los artistas Ernest Hemingway, Pablo Picasso, Simone de Beauvoir, Voltaire, Jean-Jacques Rousseau, Jim Morrison, Marguerite Duras o Benjamin Franklin. Fue la forma también de descubrir el interesante pasado francés, reconocer su arquitectura y desmembrar la apasionante historia de sus hacedores. Por ello los cafés de París, suelen trascender la cuestión comercial, porque han sabido cobijar a fundadores apasionados, darle espacio a encendidos debates sociales sobre las más variadas temáticas y ser punto de encuentro para exponentes del ámbito de la cultura cinematográfica y especialmente la literaria, de donde surgen muchas anécdotas de enamorados que se encontraban allí para perpetuar sus encuentros furtivos.

Las fachadas, la decoración, el mobiliario de estilo y hasta las cartas de deliciosas comidas que pueden saborearse en estos emblemáticos cafés franceses, son rasgos distintivos que conforman el sello de su identidad y del camino transitado por cada uno. Para comprender el valor de estas cafeterías, hay que aprender a no conformarse con la información registrada por nuestras retinas y complementar al poder de observación con un espíritu inquieto y curioso que nos lleve a preguntarnos y a tratar de reconstruir algunas de las millones de historias que tuvieron lugar en ellos.

Café, memoria y distinción

La destrucción de la edificación hace más de una década no nos impidió mantener en la memoria al “Café de la Nouvelle Athènes”, un recinto cercano a la Plaza Pigalle donde en una primera etapa se reunieron exponentes del movimiento impresionista, su nombre se reemplazó en los años ’40 por el de “Sphynx” y años después, se conoció como “The New Moon”.

Sí, en cambio, subsiste “Les Deux Magots”, un comercio que nació como una tienda de novedades y terminó convertido en un café de licores que enriquece actualmente la variedad del barrio Saint-Germain-des-Prés. La política, la moda, las artes y el turismo se dan cita en este histórico lugar que conserva sus mesas de caoba y los bancos de cuero de los inicios pero su esencia es literaria: así lo confirma el Prix des Deux Magots, un galardón instaurado en 1933 que en sus ediciones más recientes, ha realzado las figuras de Julie Wolkenstein, Kéthévane Davrichewy, Pierre Adrian y Serge Joncour.

También despierta un gran interés en quienes visitamos la capital de Francia, el distinguido “Le Procope”, un bar-restaurante que cautiva a los turistas por ser el que más antigüedad atesora en suelo parisino. Fue el paraíso de los intelectuales, y hoy es una fuente inagotable de cultura por combinar exquisiteces de cocina tradicional, recibir comensales desde 1686 e instituir el “Prix Procope des Lumières”. Desde 1994, asimismo, un jurado se reúne en “Café de Flore” con el objetivo de decidir qué ópera prima merece quedarse con el Prix de Flore, el estímulo que sirve de excusa para recordar que muchos talentosos representantes del mundo del arte participaron en tertulias desarrolladas en las instalaciones que hoy provocan elogios por parte de quienes posan su mirada en el interior de este emblemático local. También vale la pena que nos detengamos en la decoración, dar una vuelta por todo el café antes de abandonarlo y, si el idioma no es una barrera, tratar de entablar conversación con los empleados para acumular testimonios y datos de color que no aparecen en libros ni en artículos periodísticos.

Cafeterías inolvidables

Mientras que muchos cafés de París quedaron en la memoria por convocar a muchos hombres y mujeres de letras, el “Café de la Régence” logró imponerse como uno de los centros ajedrecísticos más trascendentes de Europa. Se cuenta que por allí pasaron jugadores como Kermur Sire de Légal, François-André Danican Philidor, David Janowsky y Paul Morphy.

“La Closerie des Lilas”, antes de ser presentada en 1847 como una cafetería, supo funcionar como posta de correo y caballeriza. Ya más cerca en el tiempo, este emprendimiento gastronómico con pasado atractivo imitó el compromiso cultural de otros locales de su rubro e instauró el “Prix de la Closerie des Lilas” para fomentar y apoyar la literatura femenina en francés.

 “La Rotonde y Le Select” son otros recintos que guardan viejos secretos entre sus paredes y han sabido recibir, desde sus inicios, a toda clase de consumidores, ofreciéndole calidez a los ilustres y asombrando a los anónimos con el nivel de la clientela reunida.

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Autor: Editorial Sólo Líderes