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Hace casi tres años que Juan Dordal y Constanza Coll, decidieron dejar atrás las comodidades de una vida convencional en Buenos Aires y apostaron por hacer de un velero, su vivienda permanente. A bordo del Tangaroa 2, partieron rumbo a la bella costa brasileña junto a su hijo Ulises y desde entonces habitan en el mar, rodeados de un marco idílico. La familia se agrandó con la adopción de una mascota a la que bautizaron Lula y con la llegada de Renata, la segunda descendiente de la pareja. Para estos valientes aventureros, la felicidad se construye cada día bajo el sol y en contacto directo con la naturaleza, lejos de los problemas de tránsito, los relojes y el estrés urbano.

La fascinante historia de Juan y Cony, nos muestra que no alcanza con perseguir los sueños: hay que animarse a concretarlos. Estos amantes de la libertad, eligieron renunciar a sus trabajos y abandonar las seguridades de un entorno conocido, a cambio de una mágica travesía con rumbo incierto. Ellos no lo dudan: están convencidos de haber tomado la decisión correcta. Pese a las dificultades cotidianas de la navegación, la distancia con sus afectos y el problema que supone la pandemia de coronavirus para desplazarse, siguen adelante con satisfacción y no se plantean una fecha de regreso.

 

Cony ¿cómo nace el deseo de emprender esta aventura? ¿A qué se dedicaban previamente?

-Cony: Fue algo progresivo. Juan hizo un curso de vela porque siempre le gustó el agua y le parecía la forma más linda de conectarse con la naturaleza en Buenos Aires, cosa que no es fácil. Él se enganchó tanto que yo lo seguí y al otro cuatrimestre, cuando él ya daba clases y realizaba prácticas, empecé a hacer un curso. Por mi trabajo, conseguíamos barcos a modo de canje, yo escribía notas y me prestaban barcos en el Caribe, en el Mediterráneo, en Nueva Zelanda… Así fuimos probando este estilo de vida mucho antes de tomar la decisión de empezar el viaje. Juan es psicólogo y yo soy comunicadora social y diseñadora gráfica. Él trabajaba en una aerolínea como psicólogo, tenía su consultorio y daba clases de vela, y en el último tiempo yo fui periodista freelance.

 

¿Cómo es la vida diaria de Ulises? Imagino que para él cada día es una nueva aventura…

-Juan: Ulises es un chico súper alegre. Yo en Buenos Aires tenía tres trabajos y lo veía dormido cuando me iba a la oficina y cuando llegaba a casa. Hoy compartimos todo el día, estamos juntos y es muy interesante. Cada vez nos manifiesta más sus intereses y sus gustos, eso lo llevamos a su educación. Por el momento hacemos homeschooling pero la idea es que este año, si abren las instituciones educativas, Ulises asista a un jardín y esté con otros chicos. Disfruta mucho del mar y de jugar con su perra Lula, que adoptamos hace unos meses. Y ahora está lidiando con el amor y los celos de la hermanita nueva.

 

¿Cuáles fueron las primeras satisfacciones que les dio esta travesía? ¿Y las adversidades?

-Juan: Principalmente disponer del tiempo de otra forma. No estamos apurados, armamos nuestra agenda cada día, no solo con las necesidades sino con lo que tenemos ganas de hacer. Es una vida muy activa porque todo lleva trabajo. Por ejemplo, hay que cargar agua: no abrimos una canilla y sacamos agua dulce, vamos con bidones a las cascadas, después hay que potabilizarla, pasarla a los tanques… Todo es más dificultoso pero más bello. Además hemos estrechado mucho los vínculos, vivimos juntos en un espacio reducido hace ya dos años y la verdad es que nos gusta todo lo que vamos conociendo de cada uno, eso es lo más hermoso. Como adversidades no encontramos ninguna, como te decía todo lleva otro trabajo y esfuerzo físico pero lo disfrutamos porque aprendés a darle valor.

 

¿Cómo se vive lo de recibir huéspedes en su barco?

-Juan: No fue una idea nuestra sino una solicitud de una pareja que nos seguía en Instagram. Ellos tenían ganas de vivenciar cómo era la vida a bordo y se quedaron con nosotros una semana recorriendo distintas playas, navegando, pescando, buscando cascadas para bañarnos… Quedaron fascinados. Después nos fue consultando más gente y ya hemos recibido a casi cien personas a bordo, han sido experiencias súper enriquecedoras para nosotros.

 

Podríamos decir de cierta forma que vivir en un barco es un desafío en sí mismo. ¿Cómo fue para ustedes hacerlo durante la cuarentena derivada de la pandemia mundial?

-Juan: El tema la pandemia nos agarró con el embarazo de Cony avanzado y nos hizo cambiar de planes todo el tiempo porque originalmente íbamos a ir a Buenos Aires en avión a tener a Renata y volver después. Luego se cancelaron los vuelos y decidimos que nuestra hija nazca en Brasil. Estábamos en Angra dos Reis, pero ocurrió que al hospital donde iba a nacer lo transformaron en un centro para atención de la pandemia, derivando a las madres a un hospital general. No nos pareció una buena opción y, a un mes y medio de parir, tuvimos que levar ancla y navegar unas trece horas hasta Niterói, donde encontramos una maternidad que no tenía casos del virus y que poseía terapia intensiva de neonatología. Finalmente nuestra hija nació allí, estuvimos lo mínimo e indispensable y volvimos al barco para cuidarnos todos. Con catorce días de vida de Renata, navegamos de nuevo hacia Isla Grande.

 

¿Cómo es la cotidianeidad de la familia?

-Cony: Depende. Si estamos navegando es bastante agitada, sobre todo ahora que tenemos dos niños a bordo. Estamos con todas las manos ocupadas realmente.

-Juan: Cuando estamos en algún lugar cerca de la playa, nuestra rutina es hacer yoga a la mañana y ejercicio. Con Ulises nos metemos al mar y a mí me gusta pescar con arpón, entonces buscamos pescados para almorzar al mediodía. Después descansamos del sol más fuerte y hacemos trabajos en el barco, alguna actividad recreativa con Uli y nos tomamos unos cuarenta minutos para homeschool con los libros que tenemos.

 

¿Cuál es la ruta que hicieron hasta el momento?

-Cony: Cuando Uli tenía un año Juan hizo un primer viaje largo hasta Florianópolis, que es el lugar donde vive su papá hace treinta años. Yo no fui con él. Al llegar Juan a Brasil hubo una crisis, él no quería volver a Argentina con el barco y planteó la posibilidad de continuar viaje hacia el norte. Ahí nos embarcamos juntos Uli, Juan y yo, y navegamos toda la costa de Santa Catarina, San Pablo, Rio de Janeiro, Espíritu Santo y cuando llegamos a Bahía, buscamos un segundo hijo y lo encontramos. Allí decidimos volver a la costa de Río que es el lugar que más nos gustó.

 

¿Cuál es el plan familiar más inmediato y el futuro?

-Juan: Nuestra idea por el momento es seguir viviendo a bordo y navegando por esta zona  que es la costa verde, porque nos encanta y cuando Renata sea un poquito más grande ahí veremos, la verdad es que los proyectos son muchos, podemos navegar por el Caribe, quizás también naveguemos por el Mediterráneo, quizás hagamos algún viaje en motorhome, nos interesa mucho también la Costa Oeste de Estados Unidos, también “Gold Coast” en Australia para hacer por tierra o el Este de Europa, hay muchos proyectos y cuando llegue el momento de decidir, veremos. Nuestra vida está en continuo movimiento.

 

Una nueva integrante se sumó a esta aventura. Ya con la pequeña Renata a bordo, ¿cómo piensan seguir?

-Juan: Nuestra Renata, tan pequeña, ya se hace notar. Desde Niterói hasta Isla Grande navegamos unas quince horas y fue particularmente difícil para Cony, que tenía que lidiar con Renata en un mar con muchas olas y con Ulises que quería jugar. Para nosotros no se trata de que la vida sea fácil, sino de complicarla realmente con cosas que valgan la pena. Uno podría decir que vivir en un barco tiene ciertas complejidades pero es hermoso. Tener hijos también es complejo, los padres vivimos pensando en ellos, pero asimismo la vida es más bella. Dos es más difícil que uno, pero tiene más colores. Nosotros estamos muy contentos y el tiempo dirá hacia dónde vamos, nuestra idea por el momento es seguir viviendo a bordo, disfrutando de esta decisión de admirar y regocijarnos con la contemplación de la naturaleza, aceptando todo lo que ella nos regala.