Si preguntamos a la mayoría de personas la razón del porqué han decidido estudiar un idioma, entre las razones más comunes escucharás las siguientes: el hecho de obtener un mejor trabajo, aumentar el curriculum, un viaje a un país donde se habla esa lengua o alguna otra razón que te “obliga” a tomar un curso de idiomas. Y, aunque todos estos motivos sean válidos e importantes, al ser impuestos, carecen de propósito y luego con el tiempo se dejan por otras prioridades o peor aún, se suman a la mochila de cosas que debes de hacer por obligación.
Desde mi experiencia, enseñando por más de quince años a personas de diferentes edades, culturas, países y maneras de pensar y luego de adentrarme a otras áreas tales como las neurociencias y el coaching, comprendí que el aprendizaje de un idioma debe contener cuatro características fundamentales: Primero, debe ser MEMORABLE. Es decir, algo que valga la pena ser recordado, con temas que nos interesen y con métodos que se adecuen a nuestra manera de ver la vida. Entiendo que eso conlleva a cambiar algunos paradigmas que hemos construido acerca del aprendizaje antiguo que hemos recibimos durante muchos años, como el hecho de estar sentados escuchando al profesor o escribiendo en el cuaderno, pero nunca en una interacción propia utilizando nuestros sentidos. Entender esto para muchos, es todo un proceso de cableado cerebral, inclusive nos tocará en momentos reprogramar nuestros pensamientos y de construir ciertas cosas. El primer paso para poder hacerlo es el de salirnos del molde, de la estructura, del apegarse a un libro y a la rutina, de simplemente hacer las cosas porque “tengo que” y empezar a encontrar maneras en las que pueda disfrutar el proceso, y créeme, después de hacerlo, reduciremos considerablemente la curva de aprendizaje. Tenemos que comprometernos a convertir todo esto en una experiencia donde te se establezcas metas y objetivos a corto y largo plazo ya que al tener inteligencias múltiples todos tenemos una manera particular de recordar y aprender.
Segundo, debe ser DIVERTIDO. De acuerdo con el médico Fabio Darío Otero: “la risa libera endorfinas, neurotransmisores de nuestro cuerpo; nos hace sentir felices y bajan los niveles de estrés”, eso, sumado al proceso de aprendizaje memorable, nos ayuda a guardar información en nuestra reserva cognitiva que funciona como un banco que nos dará increíbles beneficios a futuro, ya que, a mayor reserva cognitiva, menos probabilidades de tener Alzheimer a largo plazo”. A mucha gente después de los 50 se les recomienda aprender algún idioma. Por eso siempre les digo a mis alumnos: “si querés tener una mente joven, estudia idiomas”. Hoy, gracias a las neurociencias, podemos al fin estudiar el cerebro y observar todas las áreas que se afectan positivamente al aprender un idioma. Antes, si veíamos una mente brillante, teníamos que esperar a que la persona haya fallecido para poder estudiar ese cerebro, inclusive hace ya algunos años atrás, unas monjas canadienses decidieron donar su cerebro para ser estudiado, y para sorpresa de los estudiosos, los cerebros de las monjas que aprendieron a hablar más idiomas, eran los cerebros que mejor se mantuvieron con el tiempo y que mejor procesaron la información a una edad avanzada, duraron más tiempo que las demás en un estado de lucidez. Reírse de nuestros errores y hacerlos parte de nuestra vida cotidiana en nuestro aprendizaje, nos ayuda a ver también la vida con otra perspectiva, es decir, a entender que cometer errores, es esencial para seguir avanzando.
Tercero, debe ser FLEXIBLE. En un mundo tan vertiginoso y tan lleno de cosas en las que vivimos muchas veces se nos complica ir a un instituto todos los días a la misma hora, buscar estacionamiento todos los días y hacer tareas todos los días; eso además de todas las actividades que ya tenemos que hacer por obligación. Hoy es más difícil soportar esta rutina que al final termina cansándonos y en lugar de que se genere un momento de aprendizaje, resulta una experiencia traumática y agotadora. Debemos poder tener diferentes opciones de tiempo y espacio para no desistir con el tiempo.
Y por último y el más importante, debe estar ENFOCADO EN EL SER. En el aprendizaje de un idioma la gente ya no necesita profesores sino coaches, es decir, mentores que te acompañen en tu proceso de aprendizaje, que te ayuden a descubrir tus fortalezas y a animarte en los momentos complicados. Que te auxilien a no enfocarte en “hacer” sino en “ser”, en aprender por el simple hecho de sentir que te hace bien, que te das un espacio para ti, para crecer. Cada persona que llega a estudiar con nosotros importa, cada Mentor de nuestro instituto ama a las personas que empiezan el proceso y ese amor parte de una conexión espiritual con el ser, eso quiere decir que primero nos apasiona enseñar, y segundo, que sabemos que el aprender un idioma no solo te ayuda con los motivos ya mencionados al principio de este escrito, sino que tenemos muchísimas más razones poderosas. Por mencionar una, podríamos hablar de la NEUROPLASTICIDAD, a mayor plasticidad y más conexión, podemos aprender a usar ambos hemisferios del cerebro. Eso nos ayuda a poder reprogramar nuestro cerebro con más facilidad y también a mejorar áreas como la memoria, toma de decisiones, autoestima, liderazgo y barreras mentales. Me atrevo a decir que si todos supiéramos el increíble bien que nos hace aprender un idioma, la gente tomaría esto tan seriamente como la actividad de comer sano o de ir a un gimnasio; verían el aprendizaje como una herramienta emocional que será de mucha ayuda a futuro cuando nuestro cerebro empiece a desgastarse naturalmente por la edad.
Para concluir, quiero decirles que el aprendizaje se dará solo si todos estos factores están en balance, ya que la función del cerebro es sobrevivir y eso solo pasará cuando es sometido a nueva información, a cambios constantes, a momentos positivos, alegrías, a distintos ambientes de triunfo y donde nuestra mente se sienta cómoda de poder expresarse. De no ocurrir esto, nuestro cerebro se apagará lentamente y morirá o peor aún, quedará en piloto automático, y vivir en piloto automático es un suicidio cotidiano muy común en esta sociedad.
“si quieres aprender una manera nueva de ser aún mucho más feliz, aprende un idioma”,
Autor: Brayan Cante