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No era fácil ser mujer en el México de comienzos del siglo XX. Menos si en la niñez se contrae poliomielitis y en la adolescencia se sufre un grave accidente de tránsito que provoca múltiples fracturas. A cualquier persona estas circunstancias la hubieran condenado a una existencia de dolor y ostracismo. Pero Frida Kahlo no era cualquier persona. Con la pasión y la convicción como combustible, se propuso forjar su historia personal sin permitir que las convenciones sociales le pusieran techo a sus ambiciones.

Frida nació el 6 de julio de 1907 en Coyoacán, tres años antes del estallido de la revolución mexicana. Wilhem (Guillermo) Kahlo, su padre, era un fotógrafo alemán que llegó a México en su juventud. En 1897, Guillermo contrajo matrimonio con Matilde Calderón, su segunda esposa, quien le dio cinco hijos: cuatro mujeres y un niño que murió a los pocos días de vida. Frida fue la cuarta descendiente de la pareja.

Una vida de lucha

Las adversidades aparecieron pronto en la vida de Frida Kahlo. En 1913 contrajo poliomielitis, una enfermedad que la obligó a estar nueve meses en reposo y que hizo que su pierna derecha quede más delgada que su pierna izquierda. Frida mostró su fuerte personalidad a la hora de la rehabilitación, practicando varios deportes que, por entonces, eran patrimonio exclusivo de los hombres, como el boxeo y el fútbol.

La poliomielitis provocó también otras complicaciones que llevaron a Kahlo a tener una infancia bastante solitaria. En la Escuela Nacional Preparatoria, en cambio, entabló amistad con varios estudiantes y formó parte de un grupo que se comprometió con el activismo político y social. Frida era una de las treinta y cinco mujeres que estudiaban en una institución de 2.000 alumnos.

Pocos meses después de haber comenzado a aprender dibujo, el infortunio se hizo presente nuevamente en su vida, esta vez en la forma de un tranvía que impactó contra el vehículo en el cual ella viajaba junto su novio. El accidente le fracturó la columna vertebral, varias costillas, una clavícula, el pubis y una pierna, además de generarle otras lesiones. Frida no solo logró escapar de la muerte: en su extensa convalecencia, abrazó la pintura. Una nueva puerta, inmensa y fascinante, se abrió ante ella.

Amor al arte, o el arte del amor

Ya en sus primeras obras, Kahlo comenzó retratar acontecimientos de su vida, muchas veces apelando al autorretrato. Con sus cuadros ingresó al mundo intelectual y así conoció al muralista Diego Rivera, con quien se casó en 1929. Amor apasionado, peleas intensas, colaboraciones creativas, compromiso político e infidelidades mutuas formaron parte de la pareja que se divorció en 1939 y, al año siguiente, volvió a casarse.

En las idas y vueltas de su relación con Rivera, Frida tuvo romances con varios hombres e incluso con mujeres. Uno de sus amantes fue el revolucionario León Trotski, quien fue asesinado durante su exilio en México. De dicho crimen tanto Kahlo como Rivera fueron considerados sospechosos. Rivera, por su parte, no se quedó atrás con sus amoríos y hasta llegó a tener una aventura con Cristina, la hermana menor de Frida.

Reconocimiento y popularidad

Los cuadros de Kahlo nunca pasaron desapercibidos. Sus muestras en Estados Unidos (donde vivió varios años junto a su esposo), México y Francia, dieron que hablar a figuras de la talla de André Bretón y Pablo Picasso. De hecho, fue la primera artista mexicana que logró exponer en el Museo del Louvre. En vida, sin embargo, solamente pudo realizar una exposición individual en su tierra natal, que se desarrolló en 1953.

Por entonces su salud ya era muy precaria. A su primera y única exposición mexicana debió acudir en una cama hospitalaria. Semanas después los médicos tuvieron que amputarle una pierna por la gangrena. Deprimida, trató de suicidarse en varias oportunidades mientras dejaba plasmado su dolor físico y espiritual en su diario personal. El 13 de julio de 1954, a los 47 años, su luz finalmente se apagó. Su figura, de todos modos, se agrandó en las décadas siguientes. Hoy Frida Kahlo es un ícono de la cultura de México y un emblema del feminismo. Sus cuadros, pero también su estética y su vestimenta, se transformaron en símbolos que inspiraron a otros artistas plásticos, escritores, músicos y cineastas de todo el mundo. La pasión de Frida, a más de seis décadas de su muerte, sigue viva.