San Telmo tiene una magia especial que se advierte apenas uno se acerca al barrio. Por sus calles caminan vecinos, turistas llegados desde diversos puntos del país y visitantes extranjeros, muchos de ellos atraídos por el espíritu tanguero y el aire de arrabal que se respira en esta parte de Buenos Aires. Ya sea de día o de noche, siempre es un buen momento para saborear una comida típica en algún bodegón o para relajarse en uno de los tantos bares de la zona. El histórico mercado y la feria de antigüedades, son otros atractivos imperdibles de este pintoresco lugar.
Las casas centenarias, los patios con sus clásicos aljibes y las calles empedradas, le otorgan a San Telmo un estilo único. Como parte del casco histórico de la Ciudad de Buenos Aires, se trata de un sitio perfecto para descubrir el pasado de la capital argentina a través de sus construcciones bien conservadas y de sus museos. Pero también, es un espacio vibrante y lleno de vida, con una intensa movida nocturna y miles de jóvenes que lo eligen como punto de encuentro.
Los orígenes de San Telmo se remontan al siglo XVII. Por su proximidad al Puerto de los Navíos, solía ser mencionado como el “barrio del puerto”. Sin embargo, su denominación finalmente quedó asociada a San Pedro González Telmo, el patrono del viejo convento de Santo Domingo que se encontraba en la manzana actualmente formada por las calles Chile, Bolívar, México y Perú.
A los malevos y los humildes trabajadores portuarios de los primeros años se fueron sumando, con el crecimiento de la ciudad, familias acaudaladas que levantaron enormes casonas en estas cuadras y renovaron la fisonomía. El avance de la fiebre amarilla en 1871, sin embargo, llevó a que los más ricos optaran por marcharse para alejarse del río y de las inundaciones. El esplendor recién se recuperó en las últimas décadas de la mano del turismo y de una renovada oferta cultural.
Disfrute al aire libre
La Plaza Dorrego, en Defensa y Humberto Primo, es el corazón de San Telmo. Los domingos se convierte en la sede de la feria de antigüedades más importante del país, con cientos de puestos que incluso se reparten por las calles aledañas. Los artistas del barrio, además, suelen abrir sus ateliers y se suman a esta gran muestra cultural.
Muchas de las edificaciones que la rodean se han transformado en restaurantes y en bares que incluso instalan sus mesas en la propia plaza. Así, cuando el tiempo lo permite, una gran cantidad de gente se congrega para compartir un café, refrescarse con una cerveza o deleitarse con algún plato a cielo abierto.
Es interesante señalar que la Plaza Dorrego es la segunda más antigua de Buenos Aires, detrás de la Plaza de Mayo. En ella se dio a conocer a los porteños, en 1816, la independencia que se había proclamado semanas antes en Tucumán.
Con el sol brillando, otra propuesta irresistible en San Telmo es acercarse a las esculturas que componen el Paseo de la Historieta, que se extiende también por Montserrat y por Puerto Madero. Mafalda, Isidoro Cañones, Larguirucho, Súper Hijitus, Matías y Clemente, entre otros personajes entrañables, aguardan a sus visitantes, listos para posar en un retrato inolvidable.
Con sabor a tango
A pocos metros de la Plaza Dorrego, en Bolívar y Carlos Calvo, se puede recorrer otro lugar emblemático de San Telmo: el mercado que fue inaugurado en 1897. Diseñado por el arquitecto Juan Antonio Buschiazzo, su finalidad original era satisfacer las necesidades de los inmigrantes que arribaban desde Europa.
Hoy en el mercado conviven carnicerías y verdulerías con puestos gastronómicos, anticuarios, mercerías y otros comercios. A la hora de almorzar, el menú brinda múltiples posibilidades, desde el típico choripán hasta comida mexicana, pasando por pizzas, hamburguesas y empanadas.
La Antigua Tasca de Cuchilleros, por su parte, conjuga historia y gastronomía. Este restaurante con parrilla al carbón y leña funciona en una edificación que cobijó, en los tiempos de Juan Manuel de Rosas, una trágica historia de amor.
También hay valor histórico en el Bar Británico, inaugurado en la década de 1930, y en El Hipopótamo, ambos situados frente al Parque Lezama. Pero el principal encanto de San Telmo tal vez se encuentre en aquellos rincones donde la gastronomía se fusiona con el tango.
Imposible no destacar, en este sentido, a El Viejo Almacén. En Balcarce y Avenida Independencia, donde “brotan duendes de tango” según la composición con letra de Juanca Tavera y música de Edmundo Rivero, funcionaron un almacén de campaña, un prostíbulo y un restaurante ruso, entre otros establecimientos. Hasta que en 1969 el propio Rivero creó el local tanguero que se volvió leyenda, por cuyo escenario pasaron figuras de la talla de Roberto Goyeneche, Osvaldo Pugliese y Aníbal Troilo.
La cena show de El Viejo Almacén contempla un espectáculo de casi dos horas que puede disfrutarse mientras se degustan empanadas criollas, bife de chorizo, flan casero y otras exquisiteces. Además hay opciones VIP.
El Bar Sur también se mueve al ritmo del 2x4. Desde hace más de medio siglo ofrece, a partir de las nueve de la noche, un show en continuado con la participación de cantores, bailarines y músicos. Mario Vargas Llosa, Paulo Coelho y Antonio Banderas, son algunas de las celebridades internacionales que visitaron esta tanguería.
Tierra de arte y museos
Hogar de creativos, en San Telmo se ubica el atelier de Juan Carlos Pallarols, donde desde comienzos del siglo XX las distintas generaciones de su familia desarrollan su destacado trabajo de orfebrería. El bastón de mando del presidente argentino y un cáliz para Juan Pablo II son apenas algunas de las obras que surgieron en este admirado taller.
El Museo Histórico Nacional y el Museo de Arte Moderno, finalmente, también forman parte de las alternativas que ofrece este barrio porteño a todo aquel que desea conocer más sobre la ciudad y sobre nuestro querido país.