Su trayectoria la convierte en una de las mayores exponentes del arte argentino, mientras que su creatividad le garantiza explosiones de popularidad tanto fuera como dentro del país cada vez que presenta obras que llaman a la reflexión y al debate a fuerza de provocación y genialidad. Marta Minujín es una artista plástica que se expresa por medio de instalaciones, performances, happpenings y esculturas que jamás pasan desapercibidas. Cada trabajo suyo, muchas veces efímero, invita a abrir la mente y a ser cómplice o partícipe de iniciativas que rompen esquemas, dejan huella y dan que hablar.
El histrionismo, la osadía, la esencia desprejuiciada, el delirio, y el espíritu irreverente de esta artista nacida en Buenos Aires el 30 de enero de 1943 construyen desde hace décadas, un personaje vanguardista que aprovecha su talento y su pasión por la creación, para generar sensaciones, disparar ideas y causar controversias que ayuden a torcer el rumbo de un determinado tema o a visibilizar ciertas realidades inexistentes.
Esta dama del arte padeció la censura y se rebela contra ella desde la acción. También sabe reinventarse y qué palabras usar para seguir forjando su propia leyenda. Para comprender su lenguaje creativo no hace falta tener un gran bagaje cultural ni especializarse en corrientes artísticas, por eso a Marta la quiere y reconoce la gente común, esa que tal vez no tiene el dinero suficiente para adquirir un cuadro suyo, pero que no duda en reconocer el valor y la importancia de sus intervenciones en las vías públicas y espacios al aire libre.
Vocación y formación, la columna vertebral del mito viviente
El pesimismo y la indumentaria oscura marcaron a fuego la primera etapa de su existencia: por fortuna, el destino hizo que no quedara nada de esa niña tímida y retraída y dio paso a una mujer que cumple sueños, lucha por sus convicciones y se hace notar cueste lo que cueste.
Marta, quien dice ser la versión femenina de Salvador Dalí, no oculta su pasado hippie ni los vicios que, en un primer momento, estimularon su creatividad pero terminaron perjudicándola seriamente. Afirma que, mientras vivió en Central Park y en San Francisco como parte de una comunidad donde nadie era dueño de nada y se sobrevivía sin dinero, tuvo un vínculo muy fuerte con el ácido lisérgico y se expresaba mediante ilustraciones psicodélicas que ella iniciaba y después otros completaban. Por suerte, según ella, pudo poner punto final a esos tormentos.
Y de su experimentación con superficies blandas como almohadones y colchones apareció la pintoresca propuesta “Revuélquese y viva”.
El “Partenón de Libros Prohibidos” es otra genialidad que nació en 1983 con obras censuradas durante la época de dictadura militar argentina para mostrar, a través de esa instalación, resistencia frente a la persecución y las prohibiciones, muchos años después de construirlo en Buenos Aires, Minujín desarrolló un nuevo Partenón literario en Alemania valiéndose de cien mil publicaciones procedentes de diversos rincones del mundo que, en distintos momentos y lugares, padecieron la censura.
Marta inexistgentes Minujín, líder de familia
Conocer al círculo íntimo de una mujer con personalidad arrolladora, permite descubrir su costado más reservado y protegido. Marta no oculta a sus seres queridos, simplemente los mantiene al margen de su vida pública. De todas maneras, se sabe que el economista Juan Carlos Gómez Sabaini es, desde hace más de cinco décadas, quien contiene, acompaña y le mantiene los pies en la tierra a esta argentina que, aunque asegura tener su libido en el mundo del arte, buscó el amor a edad temprana y deseó tener descendencia desde que, a los 16 años, se enamoró de su actual compañero y falsificó sus documentos para poder celebrar la boda. Juntos forman una familia con dos herederos, un abogado llamado Facundo y Gala, una licenciada en Estudios Internacionales con maestría en Políticas Públicas. En esta etapa se permite disfrutar el rol de abuela cada vez que comparte actividades con sus nietos.
Al ir más atrás en su historia recobran importancia el médico rural León Minujín, su padre, y Amanda Inés Fernández, su madre, a la cual ha recordado como una mujer católica de origen español. También tuvo un hermano mayor, Luis Andino Minujín, un hombre que se estaba formando en Medicina cuando le diagnosticaron leucemia, enfermedad que no logró superar. En palabras de esta artista que tiene su taller en la vivienda en la cual nació, esa pérdida fue un golpe brutal para ella.
Tampoco se puede dejar de mencionar que Marta comparte el apellido y la pasión por el arte con el actor y director Juan Minujín, quien ha señalado que, de no haberse dedicado a la actuación, destinaría su tiempo al dibujo y la pintura.
Arte, tiempo libre, debilidades y placeres delirantes
Minujín se describe como una salvaje al momento de nutrirse. Huye de los formalismos a la hora de comer y se aburre cuando hay que sentarse en torno a una mesa porque rechaza la solemnidad y prefiere, por ejemplo, almorzar o cenar en la cama. Para esta fanática del pan con manteca y el arroz con leche que no disfruta el hecho de cocinar, la mejor forma de alimentarse es usando las manos y aprovechando el tiempo para hacer, de manera simultánea, otras actividades, como leer o caminar. Tampoco la seduce el hecho de tener que hacer trámites ni ir al médico y, si fuera por ella, tendría como asistente a un fantasma, capaz de resolverle todo aquello que no sea arte. Le agradan la filosofía, viajar con su marido, compartir horas de navegación con sus hijos y nietos y hacer gimnasia en su casa para conservar el bienestar.
Entre sus actores favoritos figuran Meryl Streep y George Clooney, mientras que su lugar en el mundo se encuentra en la provincia de Neuquén, más precisamente en el Lago Villarino. Las montañas, los árboles de gran tamaño y todo elemento de la naturaleza en tamaño gigante le resultan fascinantes.
Alguna vez reveló que, aunque es de dormir poco, sueña despierta con construir una catedral capaz de nuclear a todas las religiones, con crear una versión acostada de la Estatua de la Libertad con hamburguesas falsas y con hacer “arte en la luna”. Mientras tanto, se mantiene informada leyendo todos los periódicos a diario, se adapta a las nuevas tecnologías, mantiene su Instagram actualizado, confía en la buena suerte y aprovecha al máximo su energía porque la estimula sumar proyectos y concibe a la vejez como una etapa depresiva, atroz y horrible. De no haber sido escultora y pintora, dijo en una ocasión, le hubiese gustado dedicarse al rock y consagrarse como Madonna o Mick Jagger, también le hubiera gustado ser como Juana de Arco.
Autor: Editorial Sólo Líderes