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Todas las bodas conjugan una mezcla de emoción, felicidad y nervios, pero los casamientos reales que involucran a príncipes, son acontecimientos doblemente especiales por la trascendencia de los protagonistas y porque el mundo entero posa sus ojos en esos eventos en los cuales hay protocolo, mucho brillo y puesta en escena.

El 2 de febrero de 2002 en la vida de quien fuera alumna del exclusivo colegio Northlands situado en Olivos, hubo un antes y un después. El altar de la iglesia Nieuwe Kerk ubicada en Ámsterdam fue el escenario de su enlace nupcial celebrado bajo el rito protestante y con más de mil periodistas acreditados para no perderse ningún detalle de la que fue la boda del año.

Ella, que tuvo como damas de honor a una de sus hermanas, a dos amigas y a una prima de su prometido, se veía espléndida con un vestido de manga larga, cuello alto y cola de cinco metros de extensión diseñado por el talentoso italiano Valentino. Ceñida a la tradición holandesa, Máxima tuvo presente a su país a través de la participación del sacerdote jesuita Rafael Braum, y del acompañamiento de las testigos, quienes pronunciaron sus discursos en castellano.

Entre dos naciones, toda una princesa esperando su reinado

Si bien al formar su familia Máxima Zorreguieta entendió que de ahí en adelante, Holanda sería su patria y por lo tanto, debía aprender las costumbres y querer como propia a esa nación, cada vez que puede deja aflorar su amor por su tierra de origen; con respeto y aprecio por el país de su marido, la actual reina consorte de los Países Bajos se ganó el cariño, la admiración y la confianza de los holandeses.

Antes de llegar a la realeza, Máxima, la esposa del rey Guillermo Alejandro, ya hablaba inglés y francés a la perfección, y comprendía la lengua alemana, pero tuvo que aprender el idioma más importante para su nueva realidad: el holandés, nada fácil para comenzar de cero. De a poco, se fue apasionando por su territorio adoptivo y ahora no duda en alentar a Holanda cuando las competencias deportivas ponen a algún seleccionado argentino en el camino de “La Naranja”. Sin embargo, hay en su corazón un espacio reservado para sus raíces y busca maneras de mantener a sus herederas conectadas con la cultura materna. Por eso, además de conversar con ellas en español para enseñarles su lengua, muchas vacaciones familiares transcurren en el sur de nuestro país, especialmente en Vll,a la Angostura, donde esquían y se divierten con la nieve en el Cerro Bayo o avistan ballenas en Puerto Madryn. Al perder a su padre, incluso, trasladó al clan real a Buenos Aires y desde que descubrió que un compatriota comercializa dulce de leche y alfajores en cercanías de la Plaza Dam, Máxima no duda en acortar distancias geográficas con esos placeres bien argentinos. Cuentan, incluso, que en una de sus mansiones techó la terraza con el objetivo de ver crecer allí plantas típicas de la nación celeste y blanca.

Máxima, marcando tendencias en el mundo de la moda

Sumada a su predilección por el diseñador Benito Fernández, de la provincia de Misiones, por obra de Marta Martínez de Bejar, surgió el sombrero plegable que Máxima aceptó como obsequio. Se trata de una capelina confeccionada en seda natural inspirada en la geografía argentina, con un color claro alusivo a las Cataratas del Iguazú y bordes que recuerdan los tonos de la selva misionera, unas hojas de yerba mate y flores de canela y de lapacho rosa y blanco completan el trabajo.

También la notoriedad de la arquitecta salteña Gabriela Fiori se incrementó cuando la reina de Holanda se enamoró de sus carteras y cinturones de esencia autóctona. El baulito desarrollado por Peter Kent es otro aliado habitual del look de la alteza real, cuya cabeza consigue más distinción a partir de los tocados y sombreros de Laura Noetinger.

Sólidos lazos de familia

La aparición de un príncipe en su vida la sumergió en un cuento de hadas en el cual no todo fue color de rosas. Para protagonizar esta historia de amor en el plano real y empezar a tener una vida de película, Máxima atravesó dolores, modificó hábitos, hizo renunciamientos y hasta asumió compromisos para estar a la altura de la Casa Real de Orange.

La argentina no olvida sus raíces, pero más de una vez se vio forzada a aceptar situaciones que iban en contra de sus deseos y sentimientos. Su padre, Jorge Zorreguieta, por ejemplo, no estuvo presente en su boda ni participó en su coronación como reina consorte por haber sido funcionario en tiempos de la dictadura militar, una condición que llevó al Parlamento holandés a considerarlo una persona non grata. Sin embargo, cuando su padre ya no tenía demasiada esperanza de vida a raíz de su delicado estado de salud y su edad avanzada, ella no dudó en viajar de inmediato al país para acompañarlo. El 8 de agosto de 2017, Jorge murió y Máxima retornó a la tierra que la vio nacer junto a su marido e hijas para vivir ese doloroso momento en familia. Desde entonces, la reina se mantiene muy cerca de su mamá, María del Carmen Cerruti Carricart, para cuidarla y aliviar un poco su dolor.

La cuna de origen de la nuera de Beatriz de los Países Bajos incluye además a varios hermanos: Ángeles, Dolores y María por rama paterna, y Martín, Juan e Inés, frutos del duradero vínculo entre sus padres.

El 2 de febrero de 2002, esta mujer católica ya transformada en ciudadana neerlandesa se unió en matrimonio a Guillermo Alejandro, el hombre que la enamoró y con el cual tuvo tres auténticas princesas: Catharina Amalia, nacida en diciembre de 2003; Alexia Juliana, quien llegó al mundo en junio de 2005; y Ariane Wilhelmina, la niña que la hizo madre por tercera vez el 10 de abril de 2007. Para profundizar los vínculos, al bautizar a sus hijas, ceremonias en las cuales sí estuvo presente el abuelo materno de las pequeñas, Máxima puso como padrinos a amigos de la pareja y a sus hermanos Martín, Juan e Inés.

Sus hijas, los tesoros más preciados

Ser miembro de la realeza la obliga a acatar ciertas normas, pero en la vida cotidiana los títulos quedan en un segundo plano porque junto a su esposo, Máxima cumple a diario el rol de madre, una condición que la iguala al resto de las mujeres anónimas con descendencia.

En su caso, ella se alegra y sufre como todas las mamás con cuestiones vinculadas a Catharina, Alexia y Ariane. Las expone mediáticamente lo justo y necesario en actos o en imágenes oficiales, pero intenta que tengan una vida lo más normal posible, andando en bicicleta, llegando a estudiar en una escuela pública y disfrutando disciplinas deportivas como el hockey, la natación, el tenis, el esquí, la equitación y el judo. Según  se cuenta, es su madre quien les pone los límites a estas jóvenes que también evidencian interés por el ballet y por tocar el piano.

Su hija mayor, quien algún día sucederá en el trono a su padre, fue su compañera durante el viaje relámpago que Máxima hizo a Buenos Aires para acompañar a su madre a días de haber quedado viuda. Lamentablemente, a medida que pasa el tiempo la figura de Catharina acapara más atención y con la popularidad, aparecen las críticas y los juicios de valor sobre todo en las redes sociales, donde en más de una ocasión, se han burlado de su imagen haciendo hincapié en el peso de la princesa. Por otra parte, cuando en la Art Dolls Expo de Ámsterdam se exhibió una muñeca que la artista rusa Elena Timkaeva fabricó inspirándose en la primogénita de Máxima, hubo incomodidad por el resultado ya que la joven no salió favorecida en esa creación de 69 centímetros con cabello confeccionado con pelo de llama, zapatos de cuero y vestido pintado a mano. Por suerte, la educación que ella posee la hacen volar alto manteniéndose al margen de tanta mediocridad.