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En este caso, mi vuelo comenzó en Ezeiza y en no más de quince horas, haciendo escala en Santiago de Chile primero e Isla de Pascua después, arribé a Faa’a, el aeropuerto internacional de Tahití. Como otras veces, pensé que se trataría de un destino más en la lista, pero bastó una mirada por la ventanilla del avión para entender de qué se trata aquello que alguna vez, al igual que muchos otros en el planeta, soñé con descubrir.

El sortilegio de Bora Bora

Cuentan los tahitianos que esta pequeña isla ubicada en un remoto sitio del océano Pacífico Sur, se llama Pora Pora y significa “la primera nacida”, aunque también se la conoce como May ti pora (creada por los dioses). No es para menos, la Perla de la Polinesia tiene en sus aguas ese color esmeralda que atrapa a primera vista y es tan encantador que es difícil salir de su sortilegio.

Bora Bora es la más deseada de las islas del Archipiélago de la Sociedad y alberga en ella esos mágicos búngalos que parecen colgar del cielo unidos en soga sobre un inmenso e imperturbable mar que espera al visitante con colores maravillosos y sorpresas a cada instante, sobre todo para aquellos que amamos el snorkeling.

Pasar unas noches en los Five Star Bungalos no solo es una suerte, es tocar el cielo con las manos. Y sumergirse en esas aguas al encuentro de coloridos peces que despiertan sonrisas y cientos de clicks de nuestras cámaras sumergibles, es realmente único.

Pero Bora Bora no solo es sumergirse en ese mundo fascinante, el destino también ofrece una amplia variedad de deportes acuáticos. Los hoteles incluyen en sus servicios la posibilidad de practicar kayak, paddle board y todo tipo de deportes acuáticos.

La Polinesia Francesa

La Polinesia está compuesta por cinco archipiélagos: Austral, Gambier, Marquesas, Tuamotu y archipiélago de La Sociedad. Este mancomunado de formaciones volcánicas contienen un total de ciento dieciocho islas, de las cuales solo sesenta y siete de ellas están habitadas por humanos. Y es al Archipiélago de la Sociedad donde vamos casi todos los turistas cuando decimos: ¨me voy a la Polinesia¨. Quizás solo estamos yendo a visitar su estrella máxima (Bora Bora), pero tenemos que saber que esto nos permite conocer apenas una pequeña porción de aquél paraíso, debido a que el ¨paquete turístico¨ nos atrapa bajo el embrujo turquesa de esos magníficos hoteles flotantes.

Pero la razón de este artículo viajero es brindar más herramientas a la hora de planificar un viaje hacia el Pacifico Sur y así conocer algunos secretos que casi siempre quedan afuera de los viajes organizados en agencias.

Flores, perlas y todo el encanto de Tahití

Tahití es la isla más grande de todo este complejo de archipiélagos. Allí se encuentra Papeete, la ciudad más importante y la capital política de toda la Polinesia Francesa. Muy cerca del centro de Papeete uno encuentra varias escuelas y empresas de buceo, tanto para una simple excursión de snorkeling como para nadar junto a las gigantescas ballenas jorobadas o bucear cerca de amigables tiburones.

Las flores son una característica de las islas de la Polinesia. Tanto hombres como mujeres jóvenes (o no tanto) las utilizan a diario casi como si fueran un accesorio de esos que creemos fundamentales en occidente: collares, relojes, pulseras, aros o carteras y que en esta zona del planeta carecen de importancia.

Las flores están presentes en la cultura polinésica como el mate en la cultura gaucha. Las hay en vestidos y camisas, collares, manteles, cuadros, las usan sostenidas en sus orejas, como coronas y hasta adornando las columnas, ya que las revisten con hojas de palmeras como base y encima de ellas terminan aplicando flores gigantes para perfumar y colorear la vista del transeúnte. Caminar por las calles es un verdadero placer para todos los sentidos.

Pero las flores también son motivo de diseño en las paredes de los edificios. Esto se debe a que una vez al año se realiza un festival internacional de graffiti y durante esos eventos, artistas de todo el mundo convierten esas altas, flacas e insulsas paredes en lienzos donde plasmar esa peculiar alegría tahitiana.

Tahití ofrece una gran variedad de atracciones de interés turístico, tanto naturales como culturales: uno puede visitar cuevas y cascadas, pero también museos o el mercado, un clásico donde se encuentran todo tipo de sombreros, artesanías, frutas, verduras y claro está, pescados que luego el paladar tendrá la oportunidad de agradecer a los artesanales pescadores. En el segundo piso del Mercado Municipal de Papeete y también en la avenida costanera existen decenas de joyerías, donde las perlas son las reinas absolutas y las negras, una exclusividad muy codiciada. Como no podía ser de otra manera, la ciudad tiene su “Museo de las perlas”, el lugar donde uno podrá entregarse a la fascinación y entender el fenómeno por el cual las ostras originan esas preciosas piedras (con el nácar que segregan sobre un cuerpo extraño que haya ingresado a su interior) que luego adornarán collares, pulseras y anillos.

Hacia el Sur de la isla, debido a las corrientes marinas que se enfrentan con la barrera de coral, se forma una de las olas más grandes del planeta y es aquí donde se disputa una de las fechas del campeonato mundial de surf. La ola de Teahupo’o se encuentra justo donde termina la carretera, ya que toda la costa sur de Tahití no tiene caminos aptos para vehículos.

Así como en La Habana (Cuba), en cada esquina uno puede encontrar una pequeña orquesta haciendo vibrar su paso al compás de un son montuno, en muchos rincones de Papeete a toda hora se puede encontrar esa dulce melodía del Otea (música tradicional polinésica.

La música y la danza constituyen otro aspecto distintivo en la cultura tahitiana. Al atardecer es habitual escuchar el replicar de varios instrumentos de percusión (muchos de ellos fabricados en base a troncos ahuecados y cañas de bambú). Se trata del ensayo que se produce casi con religiosidad y sorprende al turista con un sonido como el de mil guerreros acercándose para, de repente, acallarse casi por completo y dejar lugar al repiqueteo de unos pequeños tambores que rítmicamente rememoran algo así como una samba brasilera, pero no.

Cabe destacar que la cultura ma'ohide de estos archipiélagos es muy similar a la cultura maorí. Aque-llos gestos y danzas ceremoniales de los All Blacks de Nueva Zelanda, que tienen esa impronta tan peculiar, provienen de un mismo tronco ancestral.

Tahití es la isla del inicio del viaje, ya que aquí es donde arriban los aviones de gran porte provenientes de todo el mundo. Pero un verdadero viaje a esta región no puede dejar de lado el resto de las islas.

 

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Autor: Efraín Dávila