En un deporte donde la altura suele ser un punto a favor, el Peque rompió todos los esquemas al alcanzar la cima midiendo 1,70 metros. Desde que comenzó a jugar al tenis en su infancia tuvo que enfrentarse a los prejuicios, pero a base de talento y esfuerzo, superó cada obstáculo y se consagró también a nivel internacional. Incondicional de su familia y sus amigos, amante de los perros y fanático de Boca Juniors, esta figura argentina también es admirada por sus valores y su espíritu solidario.
Hay en este joven talento, una habilidad innata para jugar al tenis, que va más allá de las capacidades físicas y que él mismo se encargó de potenciar con entrenamiento y disciplina. La pasión es el motor que lo alimenta desde chico, sin ese fuego, no hubiera podido ir superando cada adversidad que el destino le puso enfrente y en ese arduo sendero, por supuesto, no estuvo solo: su familia es el respaldo que lo sostiene y lo impulsa cada vez que resulta necesario.
A Diego Sebastián Schwartzman, la biología no le facilitó el camino hacia el tenis profesional. Tampoco lo ayudó la situación económica de sus padres cuando daba sus primeros pasos y el futuro con la raqueta era incierto. Sin embargo, el hijo de Ricardo y Silvana lleva ganados cuatro títulos del ATP Tour y hace más de dos temporadas que se ubica entre los mejores veinte jugadores del mundo.
Pequeño gigante
El suizo Roger Federer mide 1,85 metros, lo mismo que el español Rafael Nadal. Un poco más alto es el serbio Novak Djokovic, quien llega a 1,88 metros. Schwartzman, que compite semana a semana contra estas leyendas que dominan el tenis desde hace más de una década, registra 1,70 metros. La diferencia de altura es notoria con la mayoría de los grandes animadores del circuito, sobre todo con verdaderas torres humanas como los estadounidenses Reilly Opelka (2,11) y John Isner (2,08). Los centímetros pueden ser aliados para alcanzar pelotas difíciles o para impactar con mayor potencia. Pero el Peque demuestra, desde sus inicios, que no suponen una gran ventaja ni inclinan la balanza.
A los 13 años, un médico le anticipó que probablemente no iba a medir más de 1,70 metros. Por entonces y en los años siguientes, escuchó muchas veces que no podría jugar a nivel profesional debido a su cuerpo. El paso del tiempo evidenció que el especialista de la medicina estaba en lo correcto, pero que los augurios negativos eran erróneos. Schwartzman se transformó en uno de los tenistas más destacados de Argentina y en una estrella internacional.
En la niñez y la adolescencia, de todos modos, la estatura fue una pesada carga que Diego tuvo que sobrellevar. En tierra de incipientes atletas de gran tamaño, las burlas eran habituales. Sus padres escuchaban frases irónicas con asiduidad, al igual que dudas de los expertos sobre la eventual carrera de su hijo. Incluso llegaron a ofrecerles un tratamiento hormonal para forzar el crecimiento, que rechazaron por temor a posibles efectos perjudiciales. Observando el nivel tenístico que llegó a desarrollar, la lección que ofrece el Peque es evidente: con fuerza y voluntad, los límites pueden superarse. No hay que detenerse en los comentarios pesimistas cuando el deseo es avanzar.
Lo primero es la familia
En la historia de este deportista aparece una y otra vez su familia. Silvana Daiez y Ricardo Schwartzman hicieron lo imposible para acompañar a Diego y permitirle cumplir su sueño de ser tenista. A ese plan también se sumaron sus hermanos mayores Andrés, Matías y Natali. Fue una apuesta que salió bien. Pero los riesgos asumidos por los Schwartzman fueron, tal vez, demasiado grandes. El pedido de préstamos de dinero eran frecuenten, al igual que la venta de diferentes objetos. Se necesitaban recursos para solventar los gastos del menor del clan. El Peque siempre se muestra agradecido por el apoyo familiar, de todas maneras, hoy hablan por sí solas las proezas de un jugador consagrado que llegó a ocupar el noveno puesto del ranking mundial y supo derrotar a Nadal, Dominic Thiem, Alexander Zverev y otros astros.
Con firmeza, paso a paso…
Sin prisa ni pausa, en 2010 consiguió convertirse en profesional. Dos años después ganó un torneo challenger, en 2014 se ubicó por primera vez entre los cien mejores del ranking y en 2016 se quedó con su primer título del ATP Tour. La incertidumbre quedó definitivamente atrás: Schwartzman ya era parte del selecto grupo de los tenistas que cautivan a los patrocinadores, despiertan el amor del público y alcanzan las instancias finales de las competencias más importantes.
Se sabe que es difícil llegar y aún más mantenerse. Desde que se metió en el Top 20 del ranking en septiembre de 2019, no salió más. Un detalle que muestra su relevancia: cuando llegó al octavo puesto en octubre de 2020, se erigió como el jugador más bajo en escalar hasta esta posición en casi cuarenta años, después del norteamericano Harold Solomon.
Ya hay en su haber un Olimpia de Plata, un Premio Konex y participaciones representando a la Argentina en la Copa Davis, la ATP Cup y los Juegos Olímpicos. Hasta el momento, Schwartzman acumula cuatro títulos (Estambul, Río de Janeiro, Los Cabos y Buenos Aires) y, claro, va por más.
De colegas y amigos
La vida del tenista profesional tiende a ser solitaria. Los jugadores pueden visitar más de una decena de países en un mismo año, pasando más tiempo en hoteles que en sus casas. Esto hace que, muchas veces, los rivales en la cancha se conviertan en amigos afuera de ella. Después de todo, son las personas con las que se ven semana tras semana en diferentes puntos del mundo.
Conocido por su buen humor y su sinceridad, Schwartzman ha logrado forjar vínculos entrañables con varios de sus colegas. Uno de sus camaradas en el circuito es el español Rafael Nadal, quien lo invitó a entrenarse en su academia en varias oportunidades. También tiene una relación cercana con el suizo Roger Federer, habitual destinatario de sus bromas.
El austríaco Dominic Thiem es otro de sus compañeros más queridos. Con él formó pareja en dobles y ambos hasta visitaron juntos la Bombonera, el estadio del club de los amores del Peque. Más allá de su simpatía, Schwartzman también es pasional y sabe de enojos. Por eso, tras una pelea en medio de un partido que incluyó insultos y la intermediación del juez de silla para apaciguar los ánimos, afirmó que ya no saludaría más al ruso Daniil Medvédev, aunque luego hicieron las paces.
Eugenia de Martino, su gran compañera
La realidad muestra que la rutina plagada de viajes, entrenamientos y alta competencia, hace que los tenistas tengan que enfrentarse frecuentemente a la soledad y a las relaciones fugaces. Pero a Schwartzman el destino le tenía preparado otro plan.
Fue el diseñador Ricky Sarkany quien pensó que entre Diego y la modelo y actriz Eugenia de Martino podía encenderse la llama de la pasión. Por eso, en un evento organizado para promocionar su marca, Sarkany los presentó.
Sin embargo, después de aquel primer encuentro, sus caminos se bifurcaron. Tiempo después, una amiga en común volvió a unirlos. Y ahí sí afloró el amor. Desde 2019, la pareja avanza a paso firme, acoplándose y adaptándose a los compromisos profesionales de ambos. La tecnología contribuye a que la distancia física pierda importancia. De todos modos, Eugenia siempre intenta adaptar su agenda para acompañar al jugador en los torneos. Con el confinamiento obligado por la pandemia de coronavirus, la convivencia se extendió y la prueba fue superada con éxito.
Instagram es el espacio elegido por la pareja para abrir, cada tanto, la puerta de su intimidad. Cuando cumplieron su primer aniversario, ambos intercambiaron mensajes románticos. Peque la definió como su compañera de aventuras y deseó que el romance siguiera hasta que sean muy viejitos, mientras que ella le escribió: “Te volvería a elegir millones de veces más”.
El humor y el respeto, de acuerdo a lo que han sostenido en distintas ocasiones, están entre los pilares de la relación. A tiempo de iniciado el noviazgo, Diego y Eugenia disfrutan el presente y planifican un futuro juntos.
Los ídolos del ídolo
El talento desplegado en los courts y los logros deportivos lo transformaron en un referente para miles de personas que siguen su carrera con atención y entusiasmo. Muchos chicos, además, sueñan con emular sus golpes y triunfar en los mismos escenarios que él. Schwartzman es un atleta muy querido a quien a su vez, deslumbran otros símbolos del deporte.
Cabe resaltar que el tenis no es la única disciplina que cautiva a Schwartzman. Hincha de Boca Juniors, el fútbol es su gran amor. Según él mismo confesó están entre sus ídolos, Lionel Messi, Juan Román Riquelme, Carlos Tevez y Martín Palermo.
Párrafo aparte merece su relación con el futbolista más grande de la historia, con quien comparte nombre: Diego Maradona. Sus padres, de hecho, lo bautizaron de este modo en honor al campeón mundial en México’86. Maradona solía escribirle con frecuencia al Peque, felicitándolo por sus victorias y dándole apoyo en las derrotas. Según manifestó el tenista, guarda esos mensajes y suele escucharlos con emoción.
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