“Mi amor por los animales comenzó de chico, como algo natural heredado; mi casa fue mi mejor zoológico cuidando arañas, víboras, gallinas, hasta almorzar con un lagarto debajo de la mesa y el mono Gastón, colgado arriba de la lámpara, siempre había un perro y un gato atados a mi tobillo. Y en el campo, se fue gestando “el zoológico” de animales muy grandes con caballos, vacas, toros, ovejas, cabras, y por supuesto, también los perros de mi manada”. (Francisco García Ibar)
Francisco, nacido en Zárate, sortea la mitad de la semana entre su barrio de Palermo y la otra mitad en el campo de setenta hectáreas de extensión llamado “Canilandia” y ubicado a pocos kilómetros de la capital porteña, y está equipado hasta con un tanque australiano como pileta de verano. “Porque así como a nosotros nos hace bien salirnos de nuestra rutina”, nos comenta Francisco, “cambiar de aire y pegar saltos, es esencial para los perros porque les hace bien sentirse libres para poder disfrutar en total plenitud, por ello se dice que me los llevo de vacaciones. Apenas llega un perro nuevo me dedico a estar solo con él, sin personas ni otros animales, y estoy un tiempo considerable haciendo vínculos, dándoles el reconocimiento del territorio hasta que noto signos de confianza. A partir de ahí, le vamos presentando al resto de los integrantes de la manada sucesivamente, hasta quedar integrado plenamente a la familia”.
Francisco, ¿Cómo comenzó tu amor por los animales? ¿Cómo nace la manada?
Nació hace dieciséis años; siendo paseador de perros en Capital Federal, un cliente me preguntó un día si podía cuidar a su perro durante el fin de semana, sentÍ el amor del cuidado puertas adentro como si fuese mío y me despertó las ganas de compartir esa pasión hacia el cuidado de otros perros. Fue así que empecé a invitarlos al campo, a pasar el finde allí y noté que les hacía super bien en todo sentido, entonces estudié adiestramiento canino en la UBA para tener más herramientas y conocimiento al respecto, y así se fue gestando la idea del hotel de campo. Hoy somos un grupo de personas muy amigas amantes de los perros, de la naturaleza y la vida al aire libre.
¿Con qué se encuentran los perros al llegar a la manada? ¿Cómo es el espacio?
-Al llegar se encuentran con estímulos naturales, olores, sonidos, con un mundo nuevo, lo más importante sobre todo es que se hallan con ellos mismos, como especie, con su ser más puro y animal. El espacio es verde por donde mires con muchos árboles añosos, dos areneros, pileta, bosque, laguna y está cerrado con alambre perimetral de 1,80 de alto. La casa principal es donde duermen los integrantes del staff y los perros, también tenemos la cantina donde comen y dos galpones graneros como salones de juego para los días de lluvia. Nos encontramos en Zárate, a una hora de la Capital Federal.
¿Qué opinas sobre esto de “humanizarlos”?
-Me parece una falta de respeto al animal, tenemos que ser más responsables con su salud mental y física, comprender sus patrones de conducta, las necesidades, formas de comunicación y su vinculación con los otros perros. La educación es lo verdaderamente importante para tener mascotas cien por ciento felices y sin trastornos de comportamientos como ansiedad, agresión, miedos y fobias. Desde mi punto de vista un perro ama, valora y respeta más a una persona que tiene esos conceptos en claro, que al que humaniza en vano.
¿Cómo se maneja el vínculo entre razas tan diferentes?
-Yo mejor puedo hablar de vínculo sobre perfiles distintos, los conocemos particularmente, tenemos un seguimiento de cada uno de ellos, es esencial. La relación entre razas diferentes se maneja cubriendo individualmente las necesidades básicas de cada una, luego es un trabajo grupal sin importar raza o mestizaje con todos. Ellos comparten una filosofía de vida, un fin biológico, la supervivencia del grupo y de su sociedad. Para lograrlo en cada ejercicio práctico individual o grupal, tenemos que transmitirles seguridad, amistad, tranquilidad, disciplina, diversión y amor. Conocemos los perfiles de los perros que se hospedan y tenemos un seguimiento de ellos para hacer la vinculación más que estrecha.
Como adiestrador, ¿cuáles son tus objetivos a lograr y qué técnicas ponés en práctica al recibir un nuevo integrante a la manada para que puedan vincularse entre ellos, sin generar conflictos?
-El objetivo principal es hacer que pase durante su estadía los mejores días de su vida y que pueda convivir con todos sin interferencias. Para lograrlo, depende de cada individuo en particular, la edad y experiencias previas, para definir por dónde empezar con cada uno. La técnica favorita es ser positivo, reforzar y premiar para que los vínculos de integración sean plenos y saludables.
¿Hay perros rescatados en La Manada? De ser así, ¿cómo se vinculan con aquellos que están acostumbrados a la calidez de una familia?
-Todos los perros propios que viven en La Manada “Canilandia” son rescatados, también hay clientes perrunos huéspedes que los traen de la calle. Sobre el vínculo entre ellos, con los que están acostumbrados a la calidez de una familia, no veo grandes diferencias, son perros, excepto que hayan pasado fuertes necesidades, como puede ser hambre. En esos casos, su relación, cuando aparece algo de alimento, puede llegar a manifestarse con un poco de pimienta por una competencia lógica, no quieren volver a pasar hambre, te lo van a a hacer saber.
¿Cómo priorizás el cuidado de su salud, incluyendo la alimentación y la atención veterinaria?
-Me enfoco mucho y priorizo el cuidado de la salud mental primero, soy muy observador de sus acciones y comportamientos, lógicamente que tenemos atención veterinaria también. En cuanto a la alimentación, cada perro que se hospeda en La Manada viene con su alimento y respetamos la dieta y horarios de cada uno, sea balanceado o comida natural.
¿Cómo afrontás el cuidado de ellos tanto en invierno como en verano?
-En ambas estaciones, tomamos recaudos generales y particulares dependiendo de cada perro: en invierno la casa está calefaccionada con fuego, mantas y abrigos, ajustamos los horarios de actividades para que no pasen frio. Por la mañana temprano, por ejemplo, todas las razas son permitidas y aceptadas para el hospedaje. En verano, la casa está calefaccionada con aire acondicionado, ajustamos los horarios de actividades, arrancamos temprano para aprovechar la descarga de energía antes que el calor lo impida.
Francisco, durante los meses de verano, organizás una colonia perruna en tu campo de Zárate, vimos que hay hasta un tanque australiano, donde los perros saltan como chicos. Contame ¿cómo es la dinámica?
-La dinámica para hospedarse en cualquier momento del año consiste primero en realizar una evaluación del perro previa a la estadía, cuanto antes, mejor, para poder realizar adaptaciones en caso de ser necesario. La evaluación consiste principalmente en una prueba de socialización e integración al lugar, dura una hora, la realizo totalmente en el campo, ahí veo y analizo la situación. Y sí, contamos además con la pileta que es un tanque australiano para tener una actividad fresca durante el verano debido al calor y las altas temperaturas.
¿Cómo es un día tuyo en la cotidianidad? ¿Cómo te definirías?
-Me califico como un enfermo obsesivo de mi amor por ellos, mis perritos. Hace dieciséis años aproximadamente que vivo brindándoles mi afecto a ellos y a sus dueños. Deseo mejorar día a día mi trabajo y seguir siendo tan feliz como lo soy ahora y también junto a mis seres queridos más cercanos, como mi amada mujer y el retoño que está por llegar, y tantos otros seres maravillosos que me estimulan a seguir disfrutando de esta vida junto a Eugenia, mi mujer.
Ella se vio seducida primero por el entorno que mi campo le ofrecía a su adorado Romeo, su perrito. “Nos empezamos a conocer en esas sesiones de adiestramiento y sin quererlo, nuestras charlas se fueron profundizando, fuimos abriendo nuestros corazones y dándonos cuenta de que nos gustaba encontrarnos por la razón que fuera, y así se fue gestando una relación divina” manifestó Eugenia Tobal, sobre el amor por Francisco, hoy su compañero de vida inseparable.