En la vida cotidiana realizamos numerosas actividades casi sin prestar atención. No nos detenemos a analizar cómo nos atamos los cordones de las zapatillas o a contemplar el camino que hacemos todos los días hacia el trabajo. En estas actividades que automatizamos no nos detenemos a pensar ni a planificarlas. Esto nos permite ahorrar energía y liberar parte de nuestros recursos cognitivos para poder emplearlos en otra tarea. En este sentido, el automatismo nos ahorra trabajo y nos permite, en cierta forma, descansar. Muchas veces, la sociedad, el ritmo de vida actual, las exigencias y prisas, nos conducen a automatizar determinadas acciones o pensamientos para poder adaptarnos de manera más rápida y eficiente a las demandas de la vida.
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