Para Naomi, su padre espiritual fue Azzedine Alaïa, el diseñador que la descubrió cuando ella era una adolescente que había ido a trabajar a territorio parisino sin tener demasiados contactos allí. Una amiga fue el nexo y, desde entonces, este modisto que le diseñó y obsequió su primer vestido a medida de alta costura, a poco de conocerla, fue su mentor. Le dio confianza y buenos consejos para los negocios, la fortaleció y fue incondicional, la orientó para que creciera en el competitivo mundo de la moda, en definitiva, fue la figura paterna que no había tenido de manera natural.
